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La musa de lord Byron ambiciona la gloria de inspirarnos simpatia con una clase de personas con las cuales nos avergonzariamos de reconocernos la menor conformidad de sentimientos.

Lord Gray nos obsequió en su casa con una espléndida cena; sacamos luego el libro de las cuarenta hojas y con sus textos pasamos febrilmente entretenidos la noche.

Quilito se le había figurado muy feo y muy tipo, porque misia Gregoria no hablaba de él sino para motejarle de renacuajo, y cuando le vió en Palermo, al lado de Jacinto, después de muchísimo tiempo que no le veía, con su carita de querubín, blanco y rubio, muy derecho, muy bien vestido, parecióle un hijo de lord, y contestó afectuosamente a su saludo.

Yo balbuceé: Tengo letras... ¡Aquí están! Tengo letras sobre Londres, sobre Hamburgo... No sirven... ¡Setenta y cinco céntimos!... Y corrida, cena de lord, andaluzas desnudas, todo este sueño expiró como una pompa de jabón dentro de mi alma. Odié a la humanidad. Otro carruaje atestado de gente alegre, por poco me atropella. Cabizbajo, cargado de millones sobre Rothschild, volví a mi cuarto piso.

A propósito de lo que dicen los extranjeros, ¿sabes, prima, que lord Londonderry ha escrito su Viaje a España, en el que dice que no hay más que una mujer bonita en Sevilla, y es la marquesa de A..., desfigurando, por supuesto, su nombre del modo más extraño? Tiene razón dijo la condesa ; Adela es lindísima.

Nunca faltaban viajeros que, exhibiendo los papelillos de colores de don Antolín, esperaban el momento de admirar las alhajas. El Vara de plata no veía un extranjero que no se imaginase que era un lord o un duque, extrañándose muchas veces de su desgarbo en el vestir.

Las cartas de remisión con dedicatoria que envió Antonio Pérez á los principales personajes de Inglaterra, Burghley, Lord Southampton, Lord Montjoy, Lord Harris, Sir Robert Sidney, Sir Henry Unton, al mismo Conde de Essex , dicen lo satisfecho que había quedado de sus obras, y desautorizan otro de los conceptos de Bermúdez de Castro que debe rectificarse.

Esta tierna y piadosa criatura, a quien una celestial ignorancia de las maldades de la tierra eleva sobre el vulgo de los mortales, es incapaz de comprender que haya ruines pasiones en la sociedad. Hija mía, bendita sea tu ignorancia. Inés es inocente, lo repito afirmó Asunción . Lord Gray no puede haberla sacado de esta casa, porque lord Gray no la quiere.

Y en cuanto á los sujetos eminentes, directores y gobernadores de los Estados, ya me guardaré yo muy bien de decir lo que dijo cierto lord inglés cuando envió á viajar á su hijo: anda, hijo mío, y pásmate al ver qué casta de hombres gobiernan el mundo.

Usted entrará en la de los diplomáticos, que está mano a mano con la de señoras. Corra usted, adiós. Dejome lord Gray en las garras de doña Flora, la cual continuó así: El pobre D. Paco se defendió hasta que no pudo más. ¡Pobre señor! No tuvo más remedio que bajar la cabeza ante el número y llevarlas a las Cortes.