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Actualizado: 23 de julio de 2025


Poco le importan las consecuencias morales, con tal que escite las agitaciones casi involuntarias que le hacen dueno de la imaginacion de sus lectores. En Manfredo, lord Byron parece adoptar al principio bajo nombres persas, la creencia de los maniqueos que admiten en el mundo intelectual la oposicion poderosa del principio del mal, contrariando sin cesar a la eterna Providencia.

Toda la diferencia entre el hombre ilustrado y el salvaje estará en los términos de su conversación. Lord Wéllington hablará de los whigs, el indio nómada hablará de las panteras; pero iguales penas le acarreará a aquél el concluir con los primeros, que a éste el dar caza a las segundas. La civilización le hará variar al hombre de ocupaciones y de palabras; de suerte, es imposible.

Usted es quien ha sacado a esa joven de aquella honesta casa, morada augusta de los buenos principios; usted quien la ha quitado de la protección y amparo de doña María, cuya santidad y nobleza engrandecen cuanto a su alcance se halla. ¿Con que es una gran bellaquería? repitió lord Gray burlonamente . Eso quiere decir que soy un gran bellaco.

Galantemente recomiendan, previa presentación, á sus primos los patitos y á sus parientes las palomas silvestres. Un caballero, un prócer, un lord, aparece, sombrero en mano, suplicando que lo metan de una vez en la cazuela, sin olvidarse de advertir que aquélla ha de ser grande. Es talludo y obeso; viste impermeable blanco, y su rosada piel indica que tenemos en casa á un caballero inglés.

Una estrella de la política francesa, que alboreaba justamente en el ocaso de ésta española, trazó en pocos rasgos, con alguna pasión y poca exactitud, juicio que agregar al de los coetáneos lord Cecil, de Inglaterra; Villeroy, de Francia; el Conde de Miranda y el Comendador mayor de León, de España.

Su casa es una fortaleza a prueba de galanes. ¿Sabe usted que lo ha hecho por consejo mío? ¡Picarón!... ¿De veras que ya no hay nada? Nada. Es una determinación acertada. Hágase usted católico y le prometo arreglarlo todo. Ya es tarde. Advíncula rió de muy buena gana, y apretando las manos al lord, ambos frailes se despidieron de él con cariñosas demostraciones.

Era un hombre pequeño, vivo e inteligente, muy conocedor de los asuntos políticos, atraído a la vez por el partido griego y la influencia inglesa, pero inclinado a la oposición y siempre dispuesto a juzgar con severidad los actos del lord comisario.

Si mi conciencia no dominara casi siempre en los arrebatos de la pasión, habría cogido a lord Gray y le habría arrojado al mar... Hícele luego mil preguntas, di vueltas y giros sobre el mismo tema para provocar su locuacidad; nombré a innumerables personas, pero no me fue posible sacarle una palabra más.

Es una grande concesion la que hace aqui lord Byron a la moral religiosa; pues le vemos, muy a menudo armarse de una duda sacrilega, atacar toda revelacion venida de arriba, y hasta lo que nos descubre un sentimiento intimo, la existencia de un criador.

Yo entraré llorando, llorando mucho. Malo... Pues me desmayaré, diciendo que usted es un traidor que quiso robarme. Peor. Diga usted que se perdieron, que encontraron a lord Gray... No nombraré al inglés; eso jamás. ¿Por qué? Porque ahora, nombrar en casa a lord Gray y nombrar al demonio es lo mismo. Yo la causa, lord Gray es amado por una de ustedes.

Palabra del Dia

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