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Actualizado: 16 de octubre de 2025
Entonces las monjas giraban vertiginosamente y las arañas se sacudían echando sobre ellas los cirios. Luego, bruscamente, la música paraba y cada monja quedaba tiesa, en actitud grotesca. Todas ellas llevaban hábito descotado y reían como locas; pero al mirarse los brazos desnudos enrojecían tanto, que de los párpados hinchados les brotaban gruesas gotas de sangre.
Tratamos de averiguar la causa, y después de mil ruegos, hasta del señor Obispo que le quería mucho, pudimos arrancarle estas palabras: «Señores, tenemos comediantes en la ciudad»; palabras que hicieron en la tertulia una impresión desagradabilísima, porque faltaban diez y siete días para la cuaresma, y el pueblo, con la guerra y con las ideas locas que se iban apoderando de la gente, más que comedias necesitaba sermones.
Seudoquis, con quien siempre contaba, le dio esperanza, asegurándole que si el prisionero perseveraba en sus locas extravagancias, era fácil que el Virrey, en vez de mandarle al foso, le enviase al hospital de orates. El cuidado de reanudar sus relaciones antiguas, y procurarse otras nuevas ocupaba a Salvador las mejores horas del día y de la noche.
¡«Mucha gente tronada»!... Toda la que bulle y anda en el ajo de nuestras aventuras; y si hay alguna excepción entre ella, es por un milagro de Dios. Aquí todo el mundo gasta mucho más de lo que puede. Y ¡ay del que se quede rezagado por cansancio, o por deseo de no ser tan mentecato en esta puja de locas disipaciones! Le arrollan..., o le silban, que es peor. Y es natural, ¡qué diablo!
Se calmó un poco al oír las dulces razones de Genoveva y acabó por enviarnos al padre Tomás, sin cuya opinión no podía pasarse en semejante caso. La cosa se sale tanto de las conveniencias... murmuró la pobre abuela consternada. En verdad, no sé si estáis locas o si soy yo la que no está en el movimiento de ideas moderno... ¡En qué siglo vivimos!...
La gente necesitaba pensar en su propia suerte; el peligro no dejaba tiempo para mirar el exterior. ¡Pobres vírgenes locas! ¡Infelices muñecas de París arrebatadas por la tempestad cuando daban vueltas y sonreían con sus bocas pintadas, á los sones de una cajita de música!...
A continuación de esta diana, una polca saltona con locas cabriolas de clarinete, y luego se retiraron los músicos. «Debe ser una alborada en honor de alguno de los alemanes vecinos míos. Cualquiera diría que era para mí.» Y Ojeda volvió a dormirse. Dos horas después, mientras se vestía, quiso saber el motivo de esta música, preguntando al camarero que entraba con un jarro de agua caliente.
Es algo que ha prendido demasiado en el corazón de los ignorantes esta cuestión de alzamientos, para desgracia de Cuba, y no es muy difícil, como ha quedado demostrado con este levantamiento, el reunir varios centenares de desdichados que se lancen á locas aventuras, aunque éstas sean tan peligrosas para la patria como la actual.
Su vanidad había acabado por hacerla entender el lenguaje de los animales y de las cosas, incomprensible hasta entonces para las personas. Cada vez que salía de su casa, la selva entera se animaba con un murmullo de curiosidad femenil; los pájaros dejaban de volar, los cuadrúpedos se detenían en mitad de sus carreras locas, y los peces sacaban la cabeza sobre la superficie de ríos y estanques.
Quedaron remachados los clavos de su cadena. ¡Era suya, enteramente suya! Este pensamiento barrió hasta las últimas nubes que oscurecían su alma. Quedó en una dulce quietud, en un íntimo recogimiento de dicha; le acometieron ansias locas de humildad. ¿Qué le importaba á ella por el mundo? ¿Qué le daba á ella el mundo? Quien la hacía feliz era él. Á él debía, pues, obedecer; él era su rey y señor.
Palabra del Dia
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