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Actualizado: 16 de octubre de 2025
Luego, hasta las más adustas acababan por perdonarlas. «Unas locas estas Maxeville.... ¡Pero tan buenas!» Todos conocían su existencia en un quinto piso, sin otra servidumbre que una vieja doméstica que hacía oficios de madre, suspirando al recordar las extinguidas grandezas de Su Excelencia el ministro plenipotenciario.
Maltrana, impulsado por el remordimiento, tuvo un arranque de audacia, y habló de ir con el capataz en busca del Mosco para pedirle perdón. No: es demasiado pronto dijo el señor Manolo . No vayas; si te presentases así, de sopetón, sería capaz de tratarte lo mismo que a un gamo. Tiene unas ganas locas de matar a alguien.
Eran como los directores de ciertos Bancos, que charlan en el ventanillo de la caja, sonríen, remueven las llaves, infunden esperanzas, pero no hacen el más pequeño préstamo á crédito, ni el más leve anticipo sobre promesas lejanas. Las vírgenes locas iban á triunfar finalmente en su desesperada batalla con los hombres.
Porque ¿que sabía él lo que era Damián?... Un pícaro probablemente, un bribón como todos, puesto que, a juzgar por lo que de sí mismo sentía él, sólo pueden admitirse dos clases de hombres: los ahorcados y los que merecen serlo. Rióse al cabo de sus locas imaginaciones, y vestido ya del todo, pidió un sombrero, unos guantes, un paraguas... ¿El señor marqués almorzará en casa?... No.
Dentro percibió un hedor de muchedumbre enferma, miserable y amontonada, semejante al que se huele en un presidio ó un hospital pobre. Vió gentes que parecían locas ó estúpidas por el dolor. No conocían exactamente el lugar donde estaban; habían llegado hasta allí sin saber cómo.
Me parecía que aquella joven cabeza, confiada a mi guarda, estaba amenazada de inauditas catástrofes y que el tren, que corría con su velocidad monótona y prevista, iba a conducirnos a los abismos. Comprendí entonces y excusé las más locas alarmas de ciertas madres, que me habían exasperado en otro tiempo.
En algunas ocasiones habían llegado hasta los mismos lugares de combate, oyendo el silbido de los proyectiles. El nombre de la mayor aparecía citado en una orden del día. Y siempre el mismo comentario final: «Eran buenas. Algo locas, pero de hermoso corazón.» Transcurrió un año de guerra. Un día circuló la noticia de que Berta había muerto, víctima de su abnegación.
¡Ya les ajustaría las cuentas a aquellas pavas...! Y abandonando a Andresito, se unió al grupo de jóvenes que, en fila y cogidas del talle, corrían como unas locas por la suave pendiente.
Y las locas carreras por la huerta, cuyas más hermosas frutas le pertenecían, y por el bosque umbrío, selva virgen para su joven imaginación que aumentaba todas las cosas y daba al minúsculo estanque las proporciones del lago Ontario.
Ferragut pensó que así debían mirar las locas en sus grandes crisis. Hablaba entre dientes, con pausas de emoción, admirando la ferocidad de aquellas bestias, doliéndose de no poseer su vigor y su crueldad. ¡Ser así!... Poder ir por las calles... por el mundo, tendiendo las garras... ¡Devorar!... ¡devorar!
Palabra del Dia
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