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Actualizado: 7 de junio de 2025
1 Y después de estas cosas, señaló el Señor aun otros setenta, los cuales envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y lugares a donde él había de venir. 2 Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. 3 Andad, he aquí yo os envío como a corderos en medio de lobos.
Despues al otro cabo nos tornamos, El cual está á la banda del Estrecho: Entrambas costas son muy peligrosas, Y de futuros casos portentosas. Pasadas estas islas de Castillos, Adelante estan dos algo mayores: De los Lobos se dicen, que lobillos Como becerros hay, poco menores.
Igualmente un monte de durazno, y por sus inmediaciones algunos retazos de monte de sauco y chisca: pero todo ese terreno es tan indefenso como el anterior. Desde esta reduccion á la costa del mar hay tres leguas, y en su orilla han visto abundancia de lobos marinos. Dia 3.
Un tanto aburrido Miquis de su papel de indicador, iba mostrando a Isidora, jaula por jaula, los lobos entumecidos, las inquietas y feroces hienas, el águila meditabunda, los pintorreados leopardos, los monos acróbatas y el león monomaníaco, aburridísimo, flaco, comido de parásitos, que parece un soberano destronado y cesante.
Además, aquello le parecía a él mismo tan increíble, que no se atrevía a abrir la boca. Y cuando se acostó en el pesebre que le servía de cama, en medio del establo, acabó por convencerse que Yégof había en otro tiempo domesticado una camada de lobos y que hablaba con ellos de sus desvaríos, como a veces se habla a un perro.
Algunas noches creyó oír ladridos en sus entrañas, y llena de miedo, fue a consultar el caso con el arzobispo de Valencia, que era santo y prudente. «No temas, mujer dijo el prelado ; si tu hijo ladra dentro de tu vientre, es porque Dios quiere que sea el gran mastín de la Iglesia, que reñirá con los lobos de la herejía.» Así lo cuenta el padre Valdecebro, que era un varón docto, incapaz de mentir.
En esta isla no hallamos otra cosa que chorlitos, gaviotas y lobos marinos; é inmediato á ella fondeamos la chalupa, y nos quedamos á hacer noche.
Aunque la noche estaba muy tranquila y el cielo tachonado de innumerables estrellas, el frío era tan intenso que había cerca de una pulgada de escarcha en los cristales. Fuera se oía el «¿quién vive?» de los centinelas, las pisadas de las patrullas, y, en las cumbres de alrededor, los aullidos de los lobos, que seguían a nuestros ejércitos por centenares desde 1812.
Digo, pues, que yo me hallaba bien con el oficio de guardar ganado, por parecerme que comía el pan de mi sudor y trabajo, y que la ociosidad, raíz y madre de todos los vicios, no tenía que ver conmigo, a causa que si los días holgaba, las noches no dormía, dándonos asaltos a menudo y tocándonos a arma los lobos; y apenas me habían dicho los pastores: "¡Al lobo, Barcino!", cuando acudía, primero que los otros perros, a la parte que me señalaban que estaba el lobo; corría los valles, escudriñaba los montes, desentrañaba las selvas, saltaba barrancos, cruzaba caminos, y a la mañana volvía al hato, sin haber hallado lobo ni rastro dél, anhelando, cansado, hecho pedazos y los pies abiertos de los garranchos, y hallaba en el hato, o ya una oveja muerta, o un carnero degollado y medio comido del lobo.
Conocía todas las picardías del mundo: había pasado en su juventud por todos los desórdenes de las gentes de mar, que después de meses enteros de aislamiento y privación sobre las olas, bajan á tierra como lobos.
Palabra del Dia
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