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Actualizado: 23 de julio de 2025
En las ventanas y puertas del comedor pululaban en enjambre cabezas ávidas de curiosidad... Los chicos lloraban porque los grandes no les dejaban ver... Las mujeres empujaban y codeaban a la par de los hombres... Juanillo desplegó la servilleta con toda tranquilidad; estaba solamente un poco pálido.
Vuestro hermoso capullo una misión encierra: la aurora por vosotras ilumina la tierra... ¡La tierra, por vosotras, no olvida a su Creador! Bajo un sol de misterio, en un pobre ataud, cuatro hombres me llevaron a un negro cementerio, poblado de violetas en mística quietud. Estaba triste el cielo tres rosas del amor, de vigoroso luto, con hondo desconsuelo lloraban por la muerte del joven trovador.
En las cumbres lloraban los pinos por todos los filamentos de su follaje y la gruesa capa de humus se empapaba como una esponja, expeliendo líquido bajo la huella de los pies. En las calvas alturas de la costa, de roca viva, amontonábase la lluvia, formando tumultuosos arroyos que saltaban de peña en peña.
¡Bestia! gritó Cordero. Al punto reconoció a Tablas, y suavizando la voz le preguntó: ¿Para quién es, hermano? Para aquella, para aquella replicó López sin detener el paso. Cordero vio algunas mujeres que lloraban.
Y las dos jóvenes lloraban desconsoladas, y se comían á besos al pobre hombre. A Montiño se le partía el corazón. ¡Pues señor! exclamó ¡no puedo! ¡yo me acostumbraré! Yo no me voy sino hecha pedazos dijo Luisa. Ni yo saldré si no me llevan atada exclamó Inés.
Oyó el cielo los fervorosos ruegos de su siervo, pues luego que fué el niño bautizado, quedó sano de su enfermedad. Lo mismo sucedió á una muchacha, ya casadera, á quien por estar toda helada y yerta, la lloraban sus parientes por muerta; mas luego que fué bautizada, por las grandes instancias con que lo había pedido, como si volviese de un profundo sueño, volvió en sí y á la vida.
Otoño sollozaba en el monte verdinegro y adusto; en los parques lloraban los violines verlenianos, y la Desnarigada rondaba el palacio. La veían los perros errantes, que aullaban a la luna.
37 Y no permitió que alguno viniese tras él sino Pedro, y Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. 38 Y llegaron a la casa del príncipe de la sinagoga, y vio el alboroto, los que lloraban y gemían mucho. 39 Y entrando, les dice: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La muchacha no está muerta, sino duerme.
Por aquellos días, la antevíspera de la Nochebuena, se presentó aquí un oficial con una partida de tropa, con el objeto de llevarse a sus reclutas. El pueblo se conmovió, temiendo que fueran a diezmarse las familias, los jóvenes se ocultaron y las mujeres lloraban.
«A usted, sí, y a todo el género mundano gritó con voz tan ronca, que apenas se entendía , so tía pastelera... Váyase pronto de aquí». Las monjas horrorizadas elevaban sus manos al Cielo; algunas lloraban.
Palabra del Dia
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