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Y, al mismo tiempo que hablaba, se apoderó de la mano lívida que colgaba y trató de levantarla. Su marido, más sensible, se había ocultado el rostro entre las manos y lloraba. El doctor no se dejó llevar por la emoción.

Al llegar aquí, los sollozos rompían el tierno pecho de la esposa de Núñez. Fernanda, que también lloraba viéndola tan afligida, no pudo menos de sonreír. ¡Tus hermanas también! ¡Ya lo creo!... ¡Todos, todos desean que se reduzca!... Cuando la hija de Estrada-Rosa le hubo demostrado que no era tan fácil como parecía la reducción de las fuerzas de tierra, su espíritu se serenó al fin poco a poco.

«¡, era un ingrato! ¡un ingrato!» y el amor filial le arrancaba dos lágrimas de fuego que enjugaba, sorprendido de sentir humedad en aquellas fuentes secas por tantos años. «¿Cómo lloraba él? ¡Cosa más rara! ¿Sería el alcohol la causa de aquel llanto? Acaso. ¿Sería... lo que había sucedido aquel día? Tal vez todo mezclado.

La alemana gimió de sorpresa, de asombro, casi de miedo, como el que ve realizarse de pronto algo inverosímil con lo que ha soñado muchas veces sin esperanza alguna. Se mantuvo rígida en el brazo de él, no intentó la menor resistencia, y con un suspiro de niña que se desmaya, dejó caer la cabeza en su hombro. Lloraba.

El señor Breuil continuó: Usted estaba muy lejos de , porque volaba muy alto; los hombres más ricos, los más célebres, los más nobles, solicitaban su amor, y yo, que lloraba por usted desde mi plebeyo asiento de «paraíso», era pobre y vulgar. ¿Cómo alcanzarla?... Pero los años han pasado, y con ellos los brillantes cortejadores que usted tuvo se fueron; ahora se halla usted sola, y por lo mismo, tal vez, un poco triste.

Tomé el jabón con tanto desvarío 1905 Para lavar de un bárbaro despojos, Que hasta los paños me llevaba el río, Mayor con la creciente de mis ojos. Cantaban otras con alegre brío, Y yo, Leonor, lloraba mis enojos: 1910 Lavaba con lo mesmo que lloraba, Y al aire de suspiros lo enjugaba.

Ese hombre, ese ángel de Dios, me ha dado esperanza, muy poca esperanza; pero la esperanza parece que se agarra más, cuando más chica es. Quiero echarla de diciéndome que es imposible, no, no, casi imposible, y ella... pegada como una lapa...» Así me habló mi padre. Por su voz conocí que lloraba.... ¿Qué haces, Nela, estás bailando? No, estoy aquí a tu lado.

¡Feli! ¡Feli!... ¿Qué pecado había cometido para que la fatalidad la privase hasta de la paz de la tumba?... Maltrana lloraba ahora, sin miedo a que la gente se fijase en él. Estaba en el campo. Al mirar en torno, vio a corta distancia el cementerio de San Martín. Sin darse cuenta había marchado instintivamente hacia aquellos lugares que presenciaron las primeras dichas de su amor.

Quizás hubiera en ellas algo de todos y cada uno de estos ingredientes; pero el hecho es que yo lloraba, aunque no tanto como las mujeres que se agrupaban junto a , mientras iban entrando de puntillas en el salón en que estábamos muchos de los tertulianos de la cocina que se habían amontonado en el carrejo después de la llegada del Cura, transidos de pesadumbre... y de curiosidad.

Recuerdo solamente que los pensamientos que tuve aquella noche, hijos de la debilidad y de la fiebre producida por tantos días de emoción y de insomnios se producían en mi cabeza vacía de ideas, al ruido del badajo de hierro sobre el bronce, mientras lloraba el cadencioso unísono de la campana. Y no recuerdo más... Breve sueño adormeció mis sentidos al venir la mañana.