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Actualizado: 19 de julio de 2025


De la veneración, llevada hasta la idolatría, que profesaban á Lope sus admiradores, da también una prueba el índice de la Inquisición de 1647. En el mismo se habla de un escrito, Símbolo de la fe que ha de tener á la poesía el apóstata de ella, que comienza: «Creo en Lope de Vega todo poderoso, poeta del cielo y de la tierra, etc

Ansiaba verla, aunque fuese de lejos, y llevada de esta querencia, se llegó a la calle de la Lechuga para atisbar a distancia discreta si la familia estaba en vías de mudanza, o se había mudado ya. ¡Qué a tiempo llegó! Hallábase en la puerta el carro, y los mozos metían trastos en él con la bárbara presteza que emplean en esta operación.

Tenemos, es cierto, la sangre ardiente, el punto de honor de una susceptibilidad a veces excesiva, la vanidad del valor llevada a la altura de la pasión; pero sería ridículo pretender que esos caracteres no distinguían también a los demás pueblos americanos. En Colombia, el duelo, aunque más frecuente que en Chile y el Perú, no es común.

Cuando quería dormir se extendía en aquella misma butaca, y apoyada en varios almohadones, lograba conciliar el sueño. Una lámpara muy lujosa, llevada de Madrid, iluminaba el gabinete, mientras Clotilde estaba desvelada, encendiéndose en su lugar, cuando quería dormir, una bujía puesta en el suelo y tapada con una manta colgada entre dos sillas.

Llevada de esta consideración, Doña Blanca no impugnó la defensa de la coquetería; dió por satisfecha su modestia de madre, y acabó por aceptar como justos y merecidos los encomios de su hija Clara. Luego añadió: En suma, mi hija es un prodigio. En las alabanzas de V. no toma parte sino la justicia. Me alegro. ¿Qué mayor contento para una madre?

Púsose blanco el bendito agente, como piedra caliza, y su rostro plano causaba terror, porque parecía próximo a descomponerse en piezas, cayendo cada fracción por su lado. En vano quiso disculparse Pipaón, en vano Micaelita intentó disculparle también, llevada del amor que aquel día le tuvo, y hasta Doña María del Sagrario arrojó con timidez una palabra de paz en medio de la ardiente filípica.

respondió Leila turbada y presintiendo la ira de su padre, á la mentira por primera vez llevada; que aunque sencillas alienten la pureza y el candor, para defender su amor las mujeres, todas mienten. ¡No lo sabes! ¡Mas Dios santo! Jucef con fiera sorpresa añadió ¿qué sangre es esa en tu seno y en tu manto?

Cuando él vido que los rostriquemados bastaban para testigos del milagro, no la quiso dar más a besar. Subióse al pie del altar y de allí decía cosas maravillosas, diciendo que por la poca caridad que había en ellos había Dios permitido aquel milagro y que aquella cruz había de ser llevada a la santa iglesia mayor de su Obispado; que por la poca caridad que en el pueblo había, la cruz ardía. Fue tanta la prisa que hubo en el tomar de la bula, que no bastaban dos escribanos ni los clérigos ni sacristanes a escribir. Creo de cierto que se tomaron más de tres mil bulas, como tengo dicho a V.M. Después, al partir, él fue con gran reverencia, como es razón, a tomar la santa cruz, diciendo que la había de hacer engastonar en oro, como era razón. Fue rogado mucho del concejo y clérigos del lugar les dejase allí aquella santa cruz por memoria del milagro allí acaecido.

De tal modo se sutilizaron los sentimientos del joven Rubín con aquel extraordinario amor, que este le inspiraba no sólo las buenas acciones, el entusiasmo y la abnegación, sino también la delicadeza llevada hasta la castidad. Su naturaleza pobre no tenía exigencias; su espíritu las tenía grandes, y estas eran las que más le apremiaban.

En fin, yo pensé que el Sr. de Artegui estaría muy triste, muy triste, y que acaso nadie se acordase de decirle cosas cariñosas, y, sobre todo, de hablarle de Dios nuestro Señor, en quien él no puede menos de creer, ¿verdad, padre? pero de quien se olvidará quizás en estos momentos tan crueles.... Llevada de estas consideraciones le escribí una carta, consolándole allá a mi modo.... ¡si viera usted! me parece que se me ocurrieron cosas muy buenas y eficaces... le hablé de que Dios nos manda las penas para convertirnos a él; de que son visitas que nos hace; en resumen, todo lo que usted me ha enseñado... además le decía que bien podía creer que no era el único en sentir a aquella pobre señora, aquella santa; que yo la lloraba con él, aunque sabía que estaba gozando ahora de la gloria... y que la envidiaba.... ¡ay, eso si que es verdad, Padre! ¡quién como ella! morirse, ir al cielo.... ¡Cuándo lograré yo tal ventura!

Palabra del Dia

teínas

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