Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 9 de julio de 2025


Esotra es la Lisonja, vestida a la francesa de tornasoles de aguas, y lleva en la cabeza un iris de colores por tocado, y en cada mano cien lenguas. Aquella que la sucede, vestida de negro, sin oro ni joya, de linda cara y talle, que viene llorosa, es la Hermosura: una dama muy noble y muy olvidada de los favores de su ama.

Y prosiguió, con variaciones sobre el mismo tema, excitando la codicia del hospitalario y halagando su vanidad con llamarlo a roso y velloso su paternidad. Parece que el muy tunante guardaba en la memoria este pareado: para surgir, con adularte basta; la lisonja es jabón que no se gasta. Mucho alcanza un adulador, sobre todo cuando sabe exagerar la lisonja.

La lisonja en la conversación, Pedro, es ya como la Arcadia en la pintura: ¡cosa de principiantes! Pero, ¿por qué decías, puso aquí Juan, que no querías exhibir tus cuadros?

Carmen acudió a la lisonja esta noche para prolongar la conversación. ¡Qué hermosa estaba la señora con el vestido azul que se había puesto ayer tarde! La doncella de los Ramírez había oído al señorito decírselo a su hermana. Todos los colores le venían bien a la señora: ¡pero particularmente el azul!... ¡Ah, el azul le sentaba como a nadie!

Es la lisonja llave maestra, que abre a todas voluntades en tales pueblos. Y porque no se le haga dificultoso lo que digo, oiga mis sucesos y mis trazas, y se asegurará de esa duda. Libro Segundo: Capítulo VI: En que prosigue el camino y lo prometido de su vida y costumbres.

Finalmente, quiero, Sancho, me digas lo que acerca desto ha llegado a tus oídos; y esto me has de decir sin añadir al bien ni quitar al mal cosa alguna, que de los vasallos leales es decir la verdad a sus señores en su ser y figura propia, sin que la adulación la acreciente o otro vano respeto la disminuya; y quiero que sepas, Sancho, que si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda, sin los vestidos de la lisonja, otros siglos correrían, otras edades serían tenidas por más de hierro que la nuestra, que entiendo que, de las que ahora se usan, es la dorada.

Tiburcio quiso contradecir a Morsamor en este punto, suponiendo que le había amado también donna Olimpia, y hasta que doña Sol había estado a punto de amarle y tal vez le hubiera amado a insistir él con firmeza en sus pretensiones. Morsamor no aceptó la lisonja. Harto probaban que lo era el frío desdén con que le despidió doña Sol y la traidora fuga de la italiana.

No hay lisonja alguna, pues presumo no aceptará como tal el que la duela la cabeza. Antes de los dolores que solo son presuntivos se ha ocupado de una abundancia que por mucha que sea, jamás creemos excesiva las mujeres. Esta contestación me hizo comprender que no solo tenía á mi lado una mujer hermosa sino también una mujer discreta.

Después, congratulándose del caso poco común de que los grandes y los ricos favorecieran y cultivaran la poesía, añade: * ¿No fué el de Villamediana Rico y señor? ¿No ha habido muchos señores Que ilustraron la poesía? ¿No hay uno de los mayores Que hoy, sin ser lisonja, son Sus dulces versos discretos? etc.

Ella no mira sino que va a pie, que vive en pobre casa, que nadie la atiende, y que el respeto, la consideración y la lisonja de que anhela verse rodeada le faltan por mengua mía. »Yo noto, mido, calculo instante por instante el rápido progreso que hace este mal en el corazón de ella. En esto también me paso de listo. Soy listo para atormentarme.

Palabra del Dia

gallardísimo

Otros Mirando