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Actualizado: 25 de octubre de 2025


En vista de que no había posibilidad de evadirse, me dediqué a estudiar matemáticas. La recomendación del médico de El Argonauta seguía siendo eficaz para , y, gracias a ella, el comandante me prestó varios libros de geometría, de álgebra y de física. A éstos añadió una Biblia. Allen, que era un católico fanático, me recomendó varias veces que no la leyera.

En estas y otras pláticas se pasó gran parte de la noche; y, aunque don Juan quisiera que don Quijote leyera más del libro, por ver lo que discantaba, no lo pudieron acabar con él, diciendo que él lo daba por leído y lo confirmaba por todo necio, y que no quería, si acaso llegase a noticia de su autor que le había tenido en sus manos, se alegrase con pensar que le había leído; pues de las cosas obscenas y torpes, los pensamientos se han de apartar, cuanto más los ojos.

Ya lo he dicho en otro lugar, y voy á decirlo aquí otra vez. El que crea que no necesita leerlo dos veces, que lo pase por alto; pero casi me atrevo á decir que aunque lo leyera todos los dias, no perderia el tiempo. Una virtud moral que se llama recato. Una virtud física que se llama aseo. Una virtud social y religiosa que se llama caridad.

Como creía llevar los pensamientos en los ojos, y entre estos pensamientos estaba hecha a vivir la Luz de sus ilusiones, no se asombró de que la Luz de la realidad los leyera en las miradas con que la buscaba por el salón, ni de que no temiera acercarse a ellos para vivir también un rato entre tan buenos amigos. Esta era la verdad; y si no se la decía, ¿para qué había ido él allí?

Tan pronto se le representaban los versos de algún romance que hacía tiempo leyera en amarillos y arrugados códices, como sentía el rumor de lejana música de órgano, dulcísima y misteriosa.

Y este Juan dijo Magdalena con su risa de antes y saliendo del todo a la claridad del fuego, este Juan, señores, les maravillaría de ver cuánto sabe; a veces, le leo todas aquellas cosas de la pared, y a menudo le traigo flores y las contempla con tanta naturalidad como si leyera algo en su interior. ¡Bendito sea Dios! dijo Magdalena con su franca risa, todo aquel lado de la casa le he leído este invierno. ¡Si supiesen lo que le entusiasma a Juan la lectura!

Por fin he podido persuadir de la verdad a Luis. Le había dicho, en el viaje, que en este libro tenía escritos mis recuerdos del día en que salí del colegio, y le había prometido dárselo para que los leyera. Su deseo era saber hablaba de él, qué decía de su persona, qué opinión me había inspirado.

Y cuando se casen... no nos olviden tampoco, vengan siempre, vengan, por favor. Prométalo que vendrán, por lo menos en los primeros meses... Y Julio, mudo, la contemplaba con un asombro triste. Carmen apoyó las manos sobre las páginas abiertas del diario de Laura, para impedir que Adriana leyera ante todo, como pretendía, algo de las páginas últimas.

Nombren al ruin... dijo Amaranta, viendo aparecer en el salón al poeta de los chistes. Arriaza, Arriaza exclamaron diferentes voces salidas de distintos lados de la estancia . A ver, léanos usted la oda <i>A Pepillo</i>. Atención, señores. Es de lo más gracioso que se ha escrito en lengua castellana. Si el gran Botella la leyera, de puro avergonzado se volvería a Francia.

Pero al fin Ana se vio sola en el comedor, cerca de aquella chimenea de campana, churrigueresca, exuberante de relieves de yeso, pintada con colores de lagarto; la chimenea, al amor de cuya lumbre leyera en otros días tantos folletines la señorita doña Anunciación Ozores, que en paz descansa. Ahora no había allí fuego; la hornilla, descubierta, era un agujero de tristeza.

Palabra del Dia

aprietes

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