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Aún nos ofrecen tus antiguos códices la fórmula inmortal de la Belleza, y tus filtros y alquimias prodigiosos del humano dolor la panacea. No morirás jamás en este suelo que ilumina tu luz. Quien lo pretenda ignora que el castillo de mi raza es de bloques que dieron tus canteras. Casa de España, Olimpo de las Artes, Templo del Porvenir, ¡bendita seas!

Las bibliotecas de los Dominicos, llenas de preciosos códices; los gabinetes de física y química, con cuantos aparatos han inventado las nuevas conquistas de la inteligencia; las magníficas colecciones de la naturaleza tropical en todas sus manifestaciones; los góticos capiteles de Santo Domingo; las sólidas construcciones de Agustinos y Franciscanos; el golpear de las máquinas de vapor de los Recoletos; enseñan que la ciencia, el arte y la industria, tienen su asiento bajo la esfera de acción de las órdenes monásticas.

Si Conde asegura, por una parte, que no ha visto un solo drama entre los códices que registró para escribir su historia de la dominación árabe, por la otra habla Casiri de dos composiciones, pertenecientes á dicha biblioteca, que, según todas las apariencias, pueden llamarse dramáticas . Y aun suponiendo que estas últimas fuesen meros ensayos literarios, no destinados á la representación, no se podrá negar que los espectáculos mímicos, cuyo objeto es ofrecer solaz al pueblo, pudieron existir entre los árabes españoles como ha sucedido desde antiguo entre otros pueblos mahometanos , y con tanto mayor motivo, cuanto que aquéllos llegaron á la cúspide de la civilización islamita.

Para averiguarlo, acaso no hubiera sido suficiente que sabios profundísimos empleasen más tiempo en estudiar su cara que Juan Francisco Champollion en estudiar la piedra de Roseta o que León de Rosny en estudiar los enmarañados códices cortesiano y troano. Así se preparó la fiesta, que prometía ser notabilísima por todo; hasta por la singularidad del maestresala.

De suerte que el primero parece haberse propuesto imitar á Salustio y Tacito; y así unas veces ama la oscuridad, y otras deja dislocadas y sin sentido las clausulas; sino es que esto sea mas bien vicio de los Codices que del Autor; pero MONCADA imitando á Julio César en la pluma, como lo habia hecho con la espada, es tan puro y elegante como él; porque nuestra lengua como hija de la Latina es capaz de admitir todos sus primores; y no le es inferior en la ciencia militar, y en los consejos políticos que á menudo mezcla con oportunidad.

Tan pronto se le representaban los versos de algún romance que hacía tiempo leyera en amarillos y arrugados códices, como sentía el rumor de lejana música de órgano, dulcísima y misteriosa.