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Actualizado: 9 de julio de 2025
¿Y qué piensas hacer después de tanto desengaño como vas sufriendo y de tanto disgusto como vamos llevando de estos niquitrefes de levita? preguntó Juana, que no desperdiciaba ocasión de hablar de su pleito.
Pero yo lo llevé a un lado y le dije: Vuelva a su casa, mi querido pastor, y haga que su mujer le dé un buen grog. Su túnica me parece un poco liviana. Hum... contestó con expresión maliciosa; nadie lo diría, pero tengo debajo una levita. No importa repliqué; será mejor que se vuelva. Del joven me encargo yo; sé mejor que usted dónde tiene la herida. Y nos dejó solos.
Don Damián fué un señor desde sus principios, y cuando salió de aquí llevaba muchos estudios y sabía tratar con personas decentes...; y había heredado la levita, que esto vale mucho para bandearse fuera de los bardales del lugar. ¡Bah, bah!...; ríete de cuentos, Nisca, que todos los hombres nacimos de la tierra y tenemos cinco dedos en cada mano.
El cabo Pérez no se dignaba bajar la vista hasta él, y cuando le pregunté quién sería el personaje me echó una mirada fulminante con su ojo blanquizco que brillaba bajo la visera del kepí, y me dijo: ¿Cree que yo voy a conocer eso?... ¿No ve que es un atorrante de levita?
A casa le traía, sí, señora, como traje a Frasquito Ponte, por caridad... Si hubo misericordia con el otro, ¿por qué no ha de haberla con este? ¿O es que la caridad es una para el caballero de levita, y otra para el pobre desnudo? Yo no lo entiendo así, yo no distingo... Por eso le traía; y si a él no le admite, será lo mismo que si a mí no me admitiera.
¿Esperas, para decidirte, verlo en París en traje de ciudad? ¿Temes otra desilusión como la que tuvimos el año pasado, al encontrar de levita y sombrero alto, a aquel Marcelo Mingot que nos había parecido tan bien aquí, con su gran fieltro gris y su elegante traje de ciclista?
Rato hacía que se le había ocurrido que él, gracias a su estatura, podría coger cómodamente la barquilla y arrancarla de sus prisiones... pero ¿qué le importaba a él Obdulia? Podía hacer una figura ridícula, mancharse la levita. La mirada de Ana le hizo saltar a la escalera. Por fortuna era ágil.
Cuando menos lo penséis llegaré hecho un potentado, y para daros en cara soy capaz... soy capaz... ¡hombre, soy capaz de venir con levita! ¡No, por Dios! gritaron los compadres riendo. Había saludado á Soledad con no fingida naturalidad y aun la había piropeado graciosamente. Y era lo raro que la joven parecía más turbada que él.
Su mujer, instada por él para que se trasladase a Madrid, no quiso abandonar la isla. ¡Ir ella a la corte! ¿Y su hijo, que casi acababa de nacer?... Don Horacio, cada vez más enjuto y más débil, pero siempre erguido en su eterna levita nueva, seguía dando el paseo diario, ajustando su vida a la marcha del reloj del Ayuntamiento.
Me parece excusado decir que era plebe la inmensa mayoría de los circunstantes, porque la plebe es la que particularmente se siente atraída hacia los espectáculos cruentos. No obstante, hay también gente de levita y sombrero de copa que se deleita con las emociones terribles; pero en aquella ocasión era una minoría muy exigua.
Palabra del Dia
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