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Actualizado: 25 de junio de 2025
Por el lado de Levante tiene aquella parte del Chaco, que va á hacer punta en el Tucumán; por el Poniente el Marañón, ó por mejor decir, á Santa Cruz de la Sierra, con quien más se afronta; por el Mediodía la provincia de las Charcas, y por la Tramontana mira de lejos á la provincia de los Itatines.
¿Cuando me levante?... ¿Qué quieres decir?.. repuso sorprendido. Sí; ¿qué piensas hacer de tu vida? ¿Qué sé yo, chica?... Lo de siempre. Hubo un rato de silencio. Miguel esperaba que su hermana concretase más el pensamiento: viendo que no lo hacía, se decidió a hablar.
El que se ha portado con un amigo que le abría con toda su confianza su corazón, como usted se ha portado conmigo, es el último de los miserables, señor de Sorege. He visto en el presidio de que vengo muchos malvados, pero ninguno tan perfecto como usted. ¡Eso es lo que usted quiere, un duelo conmigo, que le levante y que le lave! Se engaña usted. No busco tal duelo.
Abu Hafáz tenía naves propias, que iban a los puertos de Levante a proveerse de mercancías. En una tarde de primavera entró en el bazar de Abu Hafáz una dama tapada, acompañada de su sirvienta.
Bases de esta pirámide son: la de Levante es de las Quimomecas y de los Tapacurás la del Poniente. Después, por la banda del Norte, dejando fuera á los Puizocas y Paunacas, la ciñen dos grandes ríos llamados Potaquísimo y Zununaca, á los cuales rinden tributo con sus aguas otros muchos arroyos ó riachuelos que atraviesan y fecundan el país.
El cura, que la conocía, vio que no debía tirar más de la cuerda sensible, y respondió tranquilamente, ajustándose los anteojos: Al desear casar a su nieta, señora, cumple usted con su deber... La abuela me lanzó una mirada de triunfo. Pero Magdalena está en su derecho al querer reflexionar añadió. Y, a mi vez, levanté la cabeza victoriosamente.
Apenas se descubrían los picachos de la Sierra, dibujándose sobre un claro de cielo, en el cual centellaban con pálidos fulgores unas cuantas estrellas. Mi pensamiento voló en busca de mi Angelina. Me levanté muy de mañana, y me pasé las primeras horas en el jardincillo.
El último lucero en el Levante Asoma y triste tu partida llora: Cayó de tu diadema ese diamante Y adornará la frente de la Aurora. ¡Oh, luna adiós! Quisiera en mi despecho, El vil lenguaje maldecir del hombre.
Eran cuatro los leones, dos en cada una de las fajas de levante y poniente, todos equidistantes, y desde cada leon al que tenia enfrente volteaba un grande arco, cuyo paramento avanzaba algunos piés sobre la zona inferior, y desde cada leon al que tenia á su lado volteaba otro grande arco figurado y que no avanzaba sobre el paramento del muro inferior.
Me encolerizaba con Fenella, porque le decía cosas verdaderamente muy duras, y en el momento en que se escapa por la ventana, detuve mi lectura para exclamar. ¡Ah, tontuela, un hombre tan delicioso! Al pronunciar estas palabras levanté los ojos, y lancé un gran grito al ver al cura de pie, delante de mí. Estaba cruzado de brazos y me miraba estupefacto.
Palabra del Dia
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