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Actualizado: 8 de junio de 2025


Los primeros días de su estancia en la clínica volaba cotidianamente a la ciudad, a su oficina; pero después le requirieron quehaceres de más monta, y no atendió ya a su oficina, por falta de tiempo. Era de alta estatura, enjuto; tenía el pelo espeso, muy negro y enmarañado. Era miope y llevaba lentes muy gruesos.

Al verse olvidada la grave señora de los lentes, sin poder entender una palabra del nuevo idioma empleado en la conversación, habló en voz alta, mostrando las córneas de sus ojos vueltas hacia arriba por el entusiasmo. ¡Oh, España! dijo en inglés . ¡Tierra de caballeros!... ¡Cervantes!... ¡Lope!... ¡El Cid!... Se detuvo, buscando algo más.

Los mismos que codiciaban su hermosura la cercaban reverentes. Hasta el poeta Arturo dejó de acercarse demasiado y se contentó con doblar los lentes para verla mejor. De contemplar esto nacían las emociones agradables de don Braulio. Aquella mujer tan admirada y codiciada era suya.

Robledo, que había recobrado su tranquilidad, dijo gravemente: Estoy seguro de ello... Pero todavía es usted joven y tiene tiempo para esperar. Tal fué su arrobamiento al oir esta respuesta, que acabó por acariciar el rostro de su acompañante con los lentes que tenía en una mano. ¡Oh, la galantería española!... Pero separémonos; guardemos nuestro secreto ante un mundo que no puede comprendernos.

Lo recitó de buena fe, con la convicción de que estaba trabajando por la gloria de su país. Celebraba la llegada del grande hombre como la aparición del día, con enfático lenguaje: «Egregio professore: Voi siete come la stella del mattino...». Y mientras aplaudían los compatriotas, «la estrella de la mañana» acariciábase las barbas y se afirmaba los lentes pensando en su contestación.

Ahora, con el entusiasmo del champán, se llevan a los labios las banderitas que tienen ante los platos y ponen los ojos en blanco gritando: «Americain! Americain!...» En la mesa siguiente está Martorell, aquel muchacho con lentes y bigote rubio: un catalán, del que creo haberle hablado.

Y tendía su puño amenazador hacia un punto del horizonte, precisamente el opuesto al lugar donde emergía el periscopio. Vió Ferragut en el redondel azul de las lentes cómo este tubo subía y subía, engrosándose.

Esta aparición hizo circular entre los pasajeros un movimiento de sorpresa, de ansiedad, como si todos sintiesen a la vez el latigazo del deseo. ¿Dónde habían estado ocultas hasta entonces aquellas buenas mozas?... Munster requirió sus lentes para apreciar mejor la novedad.

Todo hombre lleva dentro un soldado... Cuando intenta levantarse para dar un paseo por las terrazas, ve venir hacia el café á un señor que le saluda con violentos manoteos y á continuación se asegura los lentes sobre la nariz. El príncipe tarda en reconocerle; adivina quién es por el timbre de su voz más que por su rostro... ¡El amigo Novoa!

Entre las sotanas nuevas y los trajes de fiesta oliendo a alcanfor y con los pliegues del arca, destacábanse majestuosos los lentes de oro y el negro chaqué del diputado; pero a pesar de toda su prosopopeya, la Providencia del distrito apenas si llamaba la atención.

Palabra del Dia

cabalgaría

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