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Actualizado: 10 de junio de 2025
Procedió a quitar el polvo de su traje negro, a lavarse las manos y cara y a practicar otros actos característicos de sus hábitos de extremada limpieza, y por un momento olvidó su situación.
Después de una luna de miel que debía ser eterna y que ya se había ido a reunirse con las lunas pasadas, el conde, cansado de aquella gran pasión, importunado por aquel amor de que él no participaba e irritado por las dificultades crecientes de aquella situación imposible que él mismo se había creado, agradeció a su madre que le sacase de ella bruscamente por un acto de rigor en el que él no tenía que hacer más que lavarse las manos, y había saludado como un verdadero alivio la libertad reconquistada en el momento preciso en que se dibujaba en su horizonte de desocupado una nueva aventura llena de atractivos.
Aquel día, después de lavarse bien con esponjas grandes y finas, género de limpieza que había aprendido observando a la Gorgheggi en su tocador, salió saltando las escaleras de dos en dos.
Don Juan se dio en seguida a pensar en lo bonita que estaría aquella mujer envuelta en una bata lujosa, lánguidamente tumbada en una butaca, o vestida de baile con los brazos desnudos, ceñido el cuerpo en sedas y encajes, o mejor aún, en el momento de lavarse y peinarse, que es el instante más favorable para saber si la belleza femenina está en aquel punto de sazón y frescura que la hace ser la obra maestra de Dios.
¿Qué es eso? ¿qué es eso? dijeron varios acudiendo en su auxilio. Nada, que al bajarme el borriquito de la señora alzó la cabeza y me dio un golpe en la nariz tuvo la habilidad de decir. Después fue a lavarse al arroyo y mientras los demás mostraban su disgusto con frases de compasión, él las hacía jocosas.
Esto pensaba por la mañana, después de lavarse y encender la lumbre, cuando cogía la cesta para ir a la compra. Púsose el manto y el pañuelo por la cabeza, y bajó a la calle. Lo mismo fue poner el pie en la vía pública que sus ideas variaron. «¡Pero vivir siempre con este chico... tan feo como es! Me da por el hombro, y yo le levanto como una pluma.
Aunque herida de muerte, murmura por lo bajo la Culpa: Aunque muera yo mirando Que la Culpa original Puede lavarse en un baño, La actual se queda, y con ella Te haré la guerra. Pero el Pintor replica: .....Reparo Habrá á este riesgo también: * Este sacramento santo Misterio de los misterios, Milagro de los milagros.
Yo no duermo nada si no llevo mis almohadas. A Agustín no hay quien le quite de la cabeza el llevar una jofaina para lavarse dos o tres veces en el camino. Mi maletita-tocador no se puede quedar atrás, porque no me gusta llegar a las estaciones hecha una facha.
¿A la iglesia? dijo sorprendido. Entre ellos era costumbre confesarse en casa. Está bien. No hay inconveniente. Pide al ama la llave, y espérame allí. No tardaré. ¡Pluguiera a Dios que hubiese tardado más! Y sobre todo, pluguiérale que hubiera tenido tiempo a lavarse bien. Porque el teólogo despedía de sí un vaho de matadero que derribaba.
Allí, en los campos de Dos Ríos, campos ya para siempre memorables, se apagó aquel astro inmenso que parecía inmortal; allí cayó peleando por la independencia de su patria, arremetiendo contra los defensores de la tiranía, la cabeza imperial descubierta y nutrida de leyendas y de asombros, con el alma en el aire, el batallador infatigable que fue para los cubanos, con sus racimos de palabras y sus manantiales de ternuras, como otra isla sonora y espiritual.... Allí, a aquellos campos, en silencio, que recogieron su última mirada y su último suspiro y que supieron también del primer grito de desolación y de angustia que arrancó a los suyos su caída; allí debieran ir en legiones los cubanos vivos, a purificarse y a lavarse de sus culpas y pecados.
Palabra del Dia
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