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Actualizado: 28 de junio de 2025
Godofredo le contó una historia larguísima de un cuñado comerciante que había dado quiebra a causa de cierta fianza. Quedó en la miseria y con nueve hijos. Su hermana, no teniendo pan que darles, le escribía a menudo pidiéndole dinero.
Al punto las miradas de todos fijáronse con cierto respeto en un venerable armario de añejo roble que en el testero principal de la habitación desde largos años existía. Acercóse a él la Sra. Condesa, y abriéndolo, sacó una espada larguísima, con su vaina y tahalí, las tres piezas muy marcadas con el sello de honrosa antigüedad.
Por fin, después de aquella larguísima noche, comenzó a aclararse la bruma y se presentó la mañana, una mañana triste, de un color sucio, como envuelta en lluvia y en barro. Los cuervos pasaron por encima de nuestras cabezas lanzando gritos estridentes. Parecían lamentarse de no ver nuestros cadáveres sobre el cieno inmundo de los pantanos. Allen vio de pronto el bote en una punta próxima.
El caballo no habria creido moverse de su lugar, y el pobre animalillo se encontraria por la noche sumamente fatigado, como quien ha hecho una larguísima jornada; comparad ahora el movimiento del caballo con el de esos gigantes de la fábula que para escalar el cielo ponian una montaña sobre otra, y veréis que lo que para el caballo es una larga carrera no será mas para el gigante que un pequeño movimiento de piernas.
Les parece que porque me dan veintiséis duros al mes, ya han cumplido... Dicen que es mucho y yo digo que me lo tienen que agradecer, porque los tiempos están malos, pero muy malos». En toda la parte del siglo XIX que duró la larguísima existencia usuraria de D. Francisco Torquemada, no se le oyó decir una sola vez siquiera que los tiempos fueran buenos. Siempre eran malos, pero muy malos.
Al repasar las páginas del librillo de mi vida me pareció que iba yo recorriendo larguísima y desolada calle, entre dos hileras de tumbas que aquí y allá blanqueaban a la sombra de los sauces y de los cipreses. La felicidad y bienestar de mi familia en tiempos mejores vino a sonreirme, a lastimar con sus alegres memorias mi dolorido corazón. Antes abundancia, respetos, halagos, lisonjas.
A eso de las ocho, los treinta y tres barcos de la flota enemiga estaban a la vista formados en dos columnas. Nuestra escuadra formaba una larguísima línea, y según las apariencias, las dos columnas de, dispuestas en forma de cuña, avanzaban como si quisieran cortar nuestra línea por el centro y retaguardia.
En consecuencia de lo expuesto, considero yo la lucha entre moros y cristianos, que empezó en el Guadalete y acabó en Granada, con el epílogo de la rebelión de los moriscos alpujarreños, como una larguísima guerra civil, que duró siete u ocho siglos.
Lo que nunca quiso hacer, y de ello me acuso sinceramente, fué borrar de mi memoria el recuerdo de Matilde, la dulce niña de mi primer amor. Pero ¡ah! yo aliviaría las penas de mi amada, desvanecería sus tristezas, le escribiría larguísima carta, y pronto estos, temores quedarían disipados. Me vestí de prisa y me lancé a la calle.
Palabra del Dia
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