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Actualizado: 17 de julio de 2025


Imaginan tambien que las deidades de los españoles hicieron otro tanto con ellos, pero que en vez de proveerlos de lanzas, arcos, &a., les dieron escopetas y espadas, y suponen que las bestias, aves y animales menores fueron criados; que los mas ligeros salieron inmediatamente de sus cuevas; pero que los toros y vacas, siendo los últimos, espantaron de tal modo los indios, por razon de sus astas, que inmediatamente taparon las bocas de las cuevas con piedras grandes, á lo cual atribuyen la falta de ganado vacuno en aquel país, hasta que los españoles lo llevaron allí, quienes con mas cordura los dejaron salir de sus cuevas.

De pronto en el llano se ven mil guerreros, Bandera Argentina se mira lucir, Y al pié resplandecen los fuertes aceros Que van sus valientes con gloria á esgrimir. «Salud, hombres libres, la patria os espera, «Guerreros antiguos y nuevos, saludGritóles, y todos al ver su bandera Bajaron sus lanzas diciendo: «SaludMejor se triunfa muriendo que matando.

Las lanzas, sables y palos, divididos por mitad á los costados, sostenidos por la poca caballeria que le habia quedado, y mandando dar un cuarto de conversion por mitad á derecha é izquierda, acometió á un tiempo á los indios de Ingaricona y Sanca, que se sostuvieron por algun rato con teson, peleando valerosamente, hasta que los de Sanca cedieron, despues de haber perdido algunos hombres, y emprendieron una fuga precipitada, arrojándose á un estero profundo, donde se ahogaron algunos, y los demas siguieron la retirada con el mayor desórden, hasta ampararse de las montañas inmediatas.

Antes que amaneciese, se fue el que llevaba las lanzas y las alabardas, y ya después de amanecido, se vinieron a despedir de don Quijote el primo y el paje: el uno, para volverse a su tierra; y el otro, a proseguir su camino, para ayuda del cual le dio don Quijote una docena de reales.

A las cuatro en punto me ofreció el Alcalde un sitio en su coche, y precedido de diez y seis cuadrilleros á caballo, armados de lanzas y seguidos de más de doscientos principales de Sariaya y Tayabas, emprendimos la marcha á los acordes de la música que nos despedía.

Las piezas de armadura para los hombres de armas y la mayor parte de las espadas, hachas y lanzas aguardaban á los soldados de Morel en Burdeos, donde podían procurarse mejores y mucho menos costosas que en Inglaterra; mas no así los grandes arcos de combate, en cuyo material y buena construcción los armeros ingleses superaban á todos los demás.

Esta, por todo el camino, Jornada, aunque breve, larga, Iban alternando a veces Entre la lengua y el alma, Cuando de unos robles verdes, Entre pálidas retamas, Oigo relinchos y voces, Y alzo la lanza y la adarga; Pero al punto estoy en medio De cinco lanzas cristianas; Mas sin soberbia te digo Que eran pocas otras tantas; Y quizá porque eran pocas, Trajo luego mi desgracia Otras tantas de refresco, Y una, la mejor de España.

Sin citar los catalogados como tales en Londres, París y Viena, de los cuales dos o tres parecen suyos, hay uno en la Biblioteca Nacional de Madrid, que representa, visto de espaldas, un page que pudiera ser el que en Las Lanzas tiene por la brida el caballo de Spinola, y otro de un hombre con capa en la Academia de San Fernando.

Uno de los de a pie, puesto un dedo en la boca, en señal de que callase, asió del freno de Rocinante y le sacó del camino; y los demás de a pie, antecogiendo a Sancho y al rucio, guardando todos maravilloso silencio, siguieron los pasos del que llevaba a don Quijote, el cual dos o tres veces quiso preguntar adónde le llevaban o qué querían; pero, apenas comenzaba a mover los labios, cuando se los iban a cerrar con los hierros de las lanzas; y a Sancho le acontecía lo mismo, porque, apenas daba muestras de hablar, cuando uno de los de a pie, con un aguijón, le punzaba, y al rucio ni más ni menos como si hablar quisiera.

Después desto, cuenta la historia que se llegó el día de la batalla aplazada, y, habiendo el duque una y muy muchas veces advertido a su lacayo Tosilos cómo se había de avenir con don Quijote para vencerle sin matarle ni herirle, ordenó que se quitasen los hierros a las lanzas, diciendo a don Quijote que no permitía la cristiandad, de que él se preciaba, que aquella batalla fuese con tanto riesgo y peligro de las vidas, y que se contentase con que le daba campo franco en su tierra, puesto que iba contra el decreto del Santo Concilio, que prohíbe los tales desafíos, y no quisiese llevar por todo rigor aquel trance tan fuerte.

Palabra del Dia

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