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A poco, al lado del S, salió una indiada de nacion Atalulá, de unos 60 de toda chusma, de la reduccion de Macapilo, y su ladino se llamaba Pascual. Enterado de sus apostasias, exhortéles con amor fuesen á su reduccion: y me respondieron, que al regreso de su cura, el P. Fray Antonio Lapa, del órden seráfico, tenian tratado su vuelta.

Algo hacía en verdad, mas era en gran parte pura farsa; y cuando le preguntaban si iban bien los negocios, respondía en el tono de comerciante ladino que no quiere dejar clarear sus pingües ganancias: «Hombre, nos vamos defendiendo; no hay queja... Este mes he colocado lo menos treinta chicos... como no hayan sido cuarenta...». Vivía Plácido en la Cava de San Miguel.

Yo nada afirmo. Me limito a dudar. Y de lo que dudo es de si en estos sucesos conviene celebrar a Felipe II por circunspecto, prudente y ladino, o si hay más razón para calificarle de vacilante, indeciso y enrevesado en los medios y hasta de pesado y de engorroso, si se me permite lo familiar y bajo del vocablo. Cada cual ve las cosas a su manera. La historia enseña poquísimo.

Da el rio muchas vueltas de N á S por campos abiertos. A la parte del N salieron 12 indios con tu ladino: díles tabaco y bizcocho, y todo era preguntar ¿donde parábamos aquella noche? Siguiéronnos, ocultándose á trechos mas de dos leguas, y habiendo encontrado á la parte del S dos indios de la rancheria de Josengo, les dije lo llamasen.

En resolución, combatido don Paco por harto contrarios sentimientos, aunque se propuso no desistir de la empresa que había formado de manera muy vaga, se propuso también proceder con la mayor cautela y ser lo más ladino que pudiese, aunque en estos negocios no le sucedía como en los negocios del Municipio, y el ser ladino no era su fuerte. Así discurriendo, pasó don Paco revista a su ropa blanca.

A la parte del naciente salíome una indiada de mas de 300 de toda chusma, de nacion Mataguaya, un ladino llamábase Mariano.

Y metiéndose la uña del pulgar entre los dientes, tiraba con fuerza, produciendo un chasquido. De seguro que ella es la que te envía aquí. No, tío; puede usted creerme. Vengo por mi propia voluntad. Pues entonces dijo sonriendo el ladino viejo es que ella te ha pedido a ti el dinero, y vienes a ver si lo saco yo. Enrojecióse el rostro de Juanito al ver que su tío adivinaba en parte la verdad.

En cuanto a don Braulio, menester es confesar que estuvo bastante encogido y fuera de su centro en la tal tertulia. Ya sabemos que era muy escamón, como dicen en su tierra. Así es que, si bien disimulaba con habilidad, andaba con la barba sobre el hombro y le parecían los dedos huéspedes. Era listo, pero presumía de ladino, y llegaba a ser sobrado malicioso.

Caparrosa, el cadete de Bringas, un galleguito ladino y vivaracho, había conseguido treparse en una reja, y enfilando casi por una tangente al joven que vendía los boletines en la entrada, le gritaba: A , don Jacinto, a ; me manda don Narciso. ¡Eh, don Jacinto, eh! don Jacinto, don Jacinto, soy el cadete de lo de Bringas.

Contamos con Brull. Era una dinastía que venía reinando treinta años sobre el distrito, cada vez con mayor fuerza. El fundador de la casa soberana había sido el abuelo de Rafael, el ladino don Jaime, que había amasado la fortuna de la familia con cincuenta años de lenta explotación de la ignorancia y la miseria.