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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Empero esa lúgubre procesión que indica el mundo de los hielos, ese combate para evitarlos, dan más bien ánimo para avanzar que para retroceder. Hay en lo desconocido del polo cierto atractivo de horror sublime, de sufrimiento heroico.
A lo lejos los ladridos de los perros resonaban en la otra margen del Tiber; mas cerca de mi, el grito lugubre de los buhos salia del palacio de Cesar, y el viento me traia los sonidos moribundos del canto nocturno de las centinelas.
Catalina le veía perfectamente, como en medio del día: allí estaba el viejo, y su lúgubre perfil se destacaba a unos diez pasos, con los ojos fulgurantes, blandiendo su larga flecha azul en las tinieblas y tratando de alcanzar a la labradora. ¿Qué hacer? ¡Someterse, sufrir su muerte!... Así los más firmes caracteres se sienten carcomidos por un destino fatal: la anciana se creía señalada de antemano; veía a aquellos hombres saltar como lobos, darse tajos y pararlos, a la luz de la Luna.
Como no se podía exponer a los chicos a un terrible tropiezo en los caminos infestados, la escuela se cerró, y la carretera, ya sin tráfico, privada de este modo de la bulla escolar que animaba su desamparo, a las siete y a las doce, adquirió lúgubre silencio. Mamá no se atrevía a dar un paso fuera del patio.
Aquella gran cerrazón plomiza, aquella barca chorreando agua, aquel pobre febricitante arrebujado en un viejo capote de caucho que relucía bajo la lluvia como una piel de foca: jamás he presenciado nada más lúgubre. El frío, el viento y el vaivén de las olas no tardaron en agravar en su enfermedad al pobre aduanero. Lo acometió el delirio y fue necesario atracar.
Relimpio no se había fijado en los tres señores que delante iban a distancia como de unos treinta pasos. Al llegar al extremo de la calle, D. José, que gozaba mucho por los recuerdos históricos, se paró y dijo con voz lúgubre: «Aquí mataron a D. Juan Prim. Todavía están en la pared las señales de las balas». Isidora no miró las señales de los proyectiles.
Sus ojos negros son poemas dramáticos, y su corazón, un espejo sin azogar. El drama lúgubre y horripilante no se hizo para aquel gran vergel, en donde pasan las mujeres la vida recostadas en sus hamacas, meciéndose entre flores, aireadas por sus esclavas con abanicos de plumas. ¿Sabes dijo la condesa que la voz pública anunció que te ibas a casar?
De vez en cuando hacía una pausa, y la anciana labradora entornaba los ojos lentamente como para grabar los hechos en su memoria. Cuando Juan Claudio habló de los heridos, la buena mujer murmuró en voz baja: «¡Gaspar se ha escapado de ésta!». Por último, cuando acabose aquella lúgubre historia, hubo un largo silencio y ambos se miraron sin decir una palabra.
Unos caían de espaldas, como talegos repletos, y su cabeza, al encontrar las tablas de la valla, producía un eco lúgubre. Ese no se levanta gritaban en el público . Debe tener abierto el melón.
El Comendador, recobrando el habla, respondió: Lo hecho, hecho está. Yo no gusto de arrepentirme. Yo no deshago mis promesas. Yo no me vuelvo atrás nunca. Lo que prometí á D. Casimiro y él ha aceptado, tiene que cumplirse. Pero, ¿qué enfermedad es esa de Doña Blanca? ¿Sigue Clara poseída de su lúgubre locura?
Palabra del Dia
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