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Actualizado: 21 de mayo de 2025


En punto a modales no era una duquesa de tiempo de Luis XV, mas poseía en grado superlativo esa aptitud femenina, merced a la cual la muchacha que por primera vez se enrosca al cuello un collar de perlas, parece que las ha llevado toda la vida. «Bueno todo esto lo pensaba don Juan ; pues usted a una mujer así trapos, galas, joyas, ropas interiores finísimas, casa lujosa, criados, perfumes, blondas, muebles cómodos, lámparas que adormezcan la luz... y ¡a morir los caballeros!

2 Manda a los hijos de Israel que te traigan aceite de olivas claro, molido, para la luminaria, para hacer arder las lámparas de continuo. 3 Fuera del velo del testimonio, en el tabernáculo del testimonio, las aderezará Aarón desde la tarde hasta la mañana delante del SE

Era una gran pieza larga y antigua, donde ardía un brillante fuego, y las lámparas estaban suavemente sombreadas con pantallas de seda amarilla. De un extremo a otro se veían las hileras de libros con sus lomos grises, los que probablemente hacía medio siglo que no habían sido tocados.

Entregada a misma, se sostenía naturalmente, poco a poco; se alimentaba de todo y era el alimento de todo... Roberto Vérod se detuvo de pronto, estremeciéndose. Estaba delante de San Luis. Las ventanas de la iglesia, iluminadas por la luz interior, se dibujaban en las paredes: las lámparas velaban. Vérod se desplomó junto a la verja.

Al comienzo todos la creyeron viuda; no era sino una virgen vetusta que consumía su corazón y su virginidad en el ara de un ideal remoto e imposible, como esas lámparas de la devoción que se extinguen tristemente ante una hornacina olvidada.

Al quedarse solo éste, siguió paseando todavía unos momentos; luego se paró delante del cordón de la campanilla y tiró con fuerza. No tardó en presentarse Ramiro. Esa mujer está ahí... ¿Quieres que la eche? preguntó el viejo, sin aguardar las órdenes de su amo. No. Condúcela a la sala, enciende todas las lámparas y avisa a Dolores que suba. El criado permaneció inmóvil, mirándole con sorpresa.

Las cuatro lámparas mayores, cada una de las cuales consumia todas las noches siete arrobas de aceite, solo se encendian en los últimos diez dias del mes de Ramadhan. Calculábase que solamente en este mes se consumian en la mezquita setecientas cincuenta arrobas de aceite.

Son los primeros días de otoño; los balcones están cerrados; el viento mueve un leve murmullo en el jardín; poco a poco van llegando los socios a su recreo de la noche; brillan las lámparas eléctricas. Estos socios, unos juegan a los naipes; otros, al dominó juego muy en predicamento en provincias , otros charlan sin jugar a nada.

El joven encendió las dos lámparas de la chimenea sin llamar al criado, que era su único servidor y el único ser viviente asimismo que habitaba con él en aquel cuarto. Pepe Castro era hijo de una ilustre familia de Aragón. Su hermano mayor llevaba un título conocido y tenía una hermana además casada con otro título. Se había educado en Madrid. A los veinte años quedó huérfano.

La sala del tresillo jamás recibía la luz del sol: siempre permanecía en tinieblas caliginosas, que hacían palpables las tristes llamas de las bujías semejantes a lámparas de minero en las entrañas de la tierra. Don Pompeyo Guimarán, un filósofo que odiaba el tresillo, llamaba a los del gabinete rojo los monederos falsos.

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