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Actualizado: 21 de mayo de 2025
-Está bien -dijo Sancho-, pero sepamos ahora: esas sepulturas donde están los cuerpos desos señorazos, ¿tienen delante de sí lámparas de plata, o están adornadas las paredes de sus capillas de muletas, de mortajas, de cabelleras, de piernas y de ojos de cera? Y si desto no, ¿de qué están adornadas?
La noche de la tertulia a que asistió por primera vez el Vizconde de Goivoformoso, la mayor de las señoritas de Pinto, que se llamaba Julia, tenía un collar de brillantes coleópteros, cuyos élitros, heridos por la luz de lámparas y bujías, lanzaban deslumbradores y tornasolados reflejos; y la segunda, que se llamaba Flora, llevaba zarcillos y collar de uñas de tigre, muy lustrosas y acicaladas, engarzadas en oro.
Las ciudades del norte y del oriente de España te enviaron sus mas hermosas cautivas y espléndidos tesoros; Santiago de Compostela te mandó enormes campanas que sirvieron de lámparas para tus mezquitas; el Africa coronó tus sienes con las mejores palmas del Desierto. Fuiste la reina de las naciones, fuiste la luz del mundo.
Dos o tres lámparas dispersas en el extenso local alumbraban tanto como era necesario nada más el amplio espacio ocupado por las voluminosas máquinas. En aquel momento comenzaba el corte de la treuillée: es decir, se amontonaba la uva ya exprimida y se extendía en forma de poder extraer de ella por nueva presión de máquina el jugo que aún contenía.
-También confieso esa verdad -respondió don Quijote. -Pues esta fama, estas gracias, estas prerrogativas, como llaman a esto -respondió Sancho-, tienen los cuerpos y las reliquias de los santos que, con aprobación y licencia de nuestra santa madre Iglesia, tienen lámparas, velas, mortajas, muletas, pinturas, cabelleras, ojos, piernas, con que aumentan la devoción y engrandecen su cristiana fama.
En una casa tocaba la orquesta valses y se veían algunas parejas bailar á la luz de los quinqués y lámparas... ¡qué mezquino espectáculo le pareció comparado con el que se ofrecía en las calles! Y pensando en Hong Kong se preguntó si las noches de luna en aquella isla serían tan poéticas, tan dulcemente melancólicas como las de Filipinas y una profunda tristeza se apoderó de su corazon.
Franz Nissen era un hombre muy serio; gobernaba siguiendo el rumbo con una precisión admirable; sólo cuando las olas ofrecían peligro por su magnitud, se ocupaba de ellas. La brújula estaba delante de la toldilla, a la vista del timonel. Era una bitácora grande, con caperuza de cristal y dos lámparas de cobre a los lados para iluminar la rosa de noche.
La gran escalinata estaba iluminada con luz eléctrica: el vestíbulo y el comedor con gas: los salones de baile con bujías. En la sala de conversación y en la de juego había algunas lámparas de petróleo con enormes y artísticas pantallas. En éstas ardía además un fuego claro y brillante en las chimeneas. Clementina recibía a los invitados en el primer salón, cerca de la antesala.
Pomposos ramos de flores de trapo, que a cien mil leguas declaraban haber sido hechos por manos de monjas, completaban el ajuar del altarejo, juntamente con algunos pequeñísimos objetos de plomo, representando sagrados adminículos, tales como cálices y custodias, lámparas y misales. Estos juguetes los hacían entonces los veloneros para los niños buenos y que no lloraban.
La novena de San Ramón atraía mucha gente a la iglesia de San Pedro. Era un templo grande, sucio y tenebroso hasta de día: por la noche, con cuatro o cinco lámparas de aceite colgadas aquí y allá a largas distancias, ofrecía un aspecto siniestro.
Palabra del Dia
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