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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Josefina había permanecido quieta, silenciosa, con la cabeza baja. Las burlas lograron al fin hacer su efecto. Dos lágrimas asomaron rezumando por sus largas pestañas.
A lo cual respondió Florela suspirando: Cosa es el amor, señora, que no ha menester más que un punto para rendir a su imperio un alma; y tanto más, cuanto más esta alma está anegada en tristezas, y huérfana de dulces afectos. Calla, Florela, dijo doña Guiomar enjugando sus lágrimas, que me parece que alguien viene.
Pero Montiño era de esos ciegos que no ven ó no quieren ver, y exclamó: ¡Válgame Dios y qué llanto tan inútil! ya no tienes nada que temer, y yo te amo más que nunca. Vamos, mujer, por Dios, olvidemos eso; ya te he dicho que yo estaba loco. ¿No estás bastante vengada de mí? No, no y no; necesito vengarme más. Pues bien, haz de mí lo que quieras, pero no me atormentes más con tus lágrimas.
Yo me persuado que la venida de los Judíos a esta Isla, fue como sesenta y cinco años, anterior y en la primera destrucción de Jerusalén e imperando Vespasiano y Tito, que sucedió el año setenta y dos del Nacimiento de Cristo y treinta y ocho después, que con lágrimas se la profetizó. Luc. 19. coangustabunt te undique, & ad terram posternente, & filios tuos qui in te sunt.
Y la labor penosa en la calma aparente que al huracán precede y volverá a bramar, con la tarea siguiendo más firme, más prudente, provocará otra lucha aun más tenaz y ardiente hasta que consigamos tus lágrimas secar.
Díxele que me mataria, y me respondió riéndose que ninguna se mataba por esas cosas, y que estaba acostumbrado á semejantes melindres, y se fué dexándome como un xilguero en jaula. ¡Qué situacion para la primera reyiia del universo, y mas para un corazon que era de Zadig! El qual se hincó de rodillas al oir estas razones, regando con sus lágrimas las plantas de Astarte.
La huérfana calló, y de sus ojos húmedos se desprendieron dos lágrimas que cayeron en las violetas como dos gotas de rocío. ¡Perdón! repetí, estrechando a la joven entre mis brazos, y atrayendo su gallarda cabeza. ¡Perdóname, Linilla! Y sobrecogida de espanto me apartó dulcemente. ¡Cómo no perdonarte!
Sus lágrimas, surgiendo de pronto en este ambiente hostil, podían ser una señal de combate; iban a producir la explosión de todas las cóleras contenidas que adivinaba en torno de ella. No... ¡no! Y el esfuerzo de su voluntad sólo servía para hacer mayor su angustia, obligándola a humillar el rostro como las bestias dulces y tímidas, que creen salvarse del peligro ocultando su cabeza.
Hizo salir la gente el cura, y quedóse solo con él, y confesóle. El bachiller fue por el escribano, y de allí a poco volvió con él y con Sancho Panza; el cual Sancho, que ya sabía por nuevas del bachiller en qué estado estaba su señor, hallando a la ama y a la sobrina llorosas, comenzó a hacer pucheros y a derramar lágrimas.
Lo que yo escribí aquel día, helo aquí: ¡Dios mío, quién creyera que estos versos habían de trocarse tan pronto en lágrimas!
Palabra del Dia
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