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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Este era justamente el flaco de la mayor parte de los poetas anteriores, aunque, por fortuna, también á veces, hubieran llegado á una composición perfecta de sus obras y que satisficiera al inteligente.

¿Entonces, usted no pone en duda que fué condenado justamente? Ni lo dudo ni puedo dudarlo. Tendría que estar loco para decir lo contrario. Fremart, con el que hablé del asunto, era de la misma opinión y el Fiscal del supremo también.

Si nadie ha intentado después escribir una historia crítica completa de la literatura y arte dramático en España, ha sido, sin duda, á causa de las dificultades inherentes á esta empresa. Quien la acometiera había de verse desde luego abandonado sin remedio á sus propios recursos desde la época á que alcanza el trabajo de Moratín; esto es, justamente en la más interesante del teatro español.

La cabeza, que parecía medalla y figura de emperador romano, y de color de bronce, estaba toda hueca, y ni más ni menos la tabla de la mesa, en que se encajaba tan justamente, que ninguna señal de juntura se parecía.

Por fortuna la España no tiene que temer ese grande inconveniente: declarados justamente bienes de la nacion los que el clero retenía en su poder, y vendidos como están aunque por desgracia no todos, la influencia del clero español es hoy limitada y corta.

Señor, respondió el maestro de escuela, dirigiéndose a , ya he dicho a Vd. que todo lo que , lo debo al hermano cura; y ahora añadiré, porque es para muy grato recordarlo esta noche, que hoy hace justamente tres años.... Permítame Vd., hermano, que yo lo refiera; se lo ruego a Vd., añadió, contestando al cura que le pedía se callase: hoy hace tres años que iba yo a ser víctima del fanatismo.

Esta podía sustraérsele, pero Petra dijo que a tanto no se comprometía, que aquello de andar llaves en el ajo era delicado y podía comprometerla. Lo mejor era que el señorito saltase por la pared. Justamente don Álvaro tenía las piernas muy largas.

El día que se hizo doctor, y fué justamente acabados de cumplir los veintiún años, la pobre Isabel experimentó una de esas alegrías sólo comprensibles para las madres. Le abrazó derramando un raudal de lágrimas. Mamá le dijo Raimundo . Estoy ya en aptitud de hacer oposición a una cátedra.

Hasta que no puso la señora el punto, sofocada y casi sin aliento, no se aventuró a decirle: «Pues D. Carlos me mandó que fuera a su casa mañana. ¿Para qué? Para hablar conmigo... Como si lo viera. Querrá mandarme una limosna... Justamente: hoy es el aniversario de la muerte de Pura... Se saldrá con alguna porquería. ¡Quién sabe, señora! Puede que se arranque... ¿Ese?

Justamente aquella mañana hacía un tiempo hermoso, pero poco adecuado para rodar por los caminos, demasiado mistral y excesivo sol, un verdadero día de Provenza. Cuando recibí aquella maldita carta había ya elegido mi abrigo entre dos rocas, y soñaba con pasar allí todo el día como un lagarto, inundándome de luz y oyendo cantar los pinos. En fin, ¿qué vamos a hacerle?

Palabra del Dia

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