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Actualizado: 12 de junio de 2025
Había alcanzado glorioso triunfo; sentíase victoriosa, después de haber perdido la batalla en el terreno material. Mas las satisfacciones íntimas de la victoria no la privaron de su don de gobierno, y atenta a las cosas materiales, acudió, al poco rato de apartarse de Juliana, a resolver lo más urgente en lo que a la vida corporal de ambos se refería.
Después de vagar pidiendo, por no perder la costumbre, fueron a la calle de San Carlos, y subió Benina a ver a Juliana, que allí le tenía su ropa, y se la dio en un lío, diciéndole que mientras gestionaban para que fuese recogida en la Misericordia, se albergara en cualquier casa barata, con o sin el hombre, aunque mejor le estaba, para su decoro, dejarse de compañía y tratos tan indecentes.
Avanzó Juliana hacia ella sonriendo; pero al través de la sonrisa, hubo de vislumbrar Nina la autoridad que la ribeteadora había sabido conquistar allí, y se dijo: «Esta es la que ahora manda. Bien se le conoce el despotismo». A las arrogancias revestidas de benevolencia con que la acogió la tirana, respondió Nina que no se iría sin ver a su señora.
Además, ¿quién nos dice que quiere volver, si sabemos que por su voluntad se ha ido? Le gusta andar de pingo, y no hará usted carrera de ella como la prive de estarse la mitad del día tomando medida a las calles». Para no perder ripio, insistió Juliana en la recomendación que ya había hecho a su suegra de una buena criada para todo.
Señora y madama dijo Ponte desencasquetándose el sombrero con gran dificultad . Caballero soy y me precio de saber tratar con damas elegantes; pero como de aquí ha salido la absurda especie, yo vengo a pedir explicaciones. Mi honor lo exige... ¿Y qué tenemos que ver nosotras con el honor de usted, so espantajo? gritó Juliana . ¡Ea, no es persona decente quien falta a las señoras!
Juliana, la verdad sea dicha, no vio con buenos ojos la entrada de la doncella, que maldita la falta que hacía; pero por no chocar tan pronto, no dijo nada, reservándose el propósito de plantarla en la calle cuando se consolidase un poco más el dominio que había empezado a ejercer.
La señá Juliana, que es la que ahora corta el queso en la casa de mi señora, y todo lo suministra... en buen hora sea... me ha dado este duro. Te llevaré a los palacios de Bernarda, y mañana veremos. Mañana, dir nosotros Hierusalaim. ¿A dónde has dicho? ¿A Jerusalén? ¿Y dónde está eso? ¡Vaya, que querer llevarme a ese punto, como si fuera, un suponer, Jetafe o Carabanchel de Abajo!
Los dos mellizos parecen dos rollos de manteca; pero buenos cocidos y buenos guisados les cuestan, que el ama se sabe cuándo empieza a comer, pero no cuándo acaba. La Juliana me dijo que probaremos algo de la matanza que le ha de mandar su tío el día del santo, y además dos cortes de botinas, de las echadas a perder en la zapatería para donde ella pespunta.
Puede que yo lo sepa sin necesidad de que usted me lo diga. Eso usted verá... Si no quiere ir por casa... Iré. Pues, señá Benina, hasta mañana. Señora Juliana, servidora de usted». Bajó de prisa los gastados escalones, ansiosa de verse pronto en la calle.
Entremeses, ostras, sopa de arroz, truchas con jamón, pollo asado, ensalada, guisantes con huevos, soplillo de chocolate, quesos y frutas, vinos, café y licores. Segundo. Entremeses, juliana con huevos, lenguados al plato, salmón, pecho de carnero asado, judías verdes, flan de leche, quesos, galletas y uvas, vinos, café y licores. Tercero.
Palabra del Dia
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