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Actualizado: 21 de noviembre de 2025
Concluida la comida, se diseminaban los comensales, unos a tomar café al despacho y a jugar al tresillo, otros a formar grupos más o menos animados y chismosos, y Guillermina a su sillita baja y al teje maneje de las agujas. Jacinta se le ponía al lado y tomaba muy a menudo parte en aquellas tareas, tan simpáticas a su corazón.
Me he puesto malo, señorita, pero ya estoy bien. ¡Qué has de estar bien, hombre, si me han dicho que te acaban de sangrar! ¿Cómo has hecho la atrocidad de bañarte por la noche? Te está bien empleado por majadero. ¿Crees que se puede jugar con la salud? Lo que no sucede en un año sucede en un día.
El Rompeolas es hermoso; se ensancha en forma de explanada; tiene en medio una cruz de piedra, y a un lado la atalaya nueva, en cuya pared suelen jugar los chicos a la pelota. Desde allí se disfruta del espectáculo admirable del mar batiéndose con furia contra las olas.
Que los granujas de la vecindad habían pegado fuego a un montón de paja que en mitad del patio había, y después robaron al maestro Curtis todas las eneas que pudieron, y encendiéndolas por un cabo empezaron a jugar al Viático, el cual juego consistía en formarse de dos en dos, llevando los juncos a guisa de velas, y en marchar lentamente echando latines al son de la campanilla que uno de ellos imitaba y de la marcha real de cornetas que tocaban todos.
Los dedos, cargados de sortijas de todas las épocas y todos los tamaños, apenas podían jugar para llevar la copa a los labios. Su traje, debajo del mantón alfombrado, brillaba con reflejos metálicos de oro viejo como una casulla de la Edad Media.
Nada, que estoy decidido a cuidarla como si fuera mi cara mitad. No; si no es preciso que usted se moleste. Crea que me siento regular esta noche, casi bien. Anoche ¿sabe?, estaba peor. Pues me estaré hasta las doce o la una. Me pondré a leer La Correspondencia o a jugar al tute con el señor de Izquierdo. Y si la veo a usted tranquila y dormida, me retiraré. Si no, aquí me estoy de centinela.
D. Romualdo vivía sólo. Un hijo que tenía empleado en Málaga se le había muerto hacía cuatro años. Disfrutaba una pequeña renta, suficiente a subvenir a sus cortas necesidades, y no tenía otra ocupación que pescar con caña, ni otro recreo que el de jugar al tresillo. La vida se partía para Consejero entre los anzuelos y los naipes.
Pero en vano esperaban algunos que avanzase una puesta, imaginándose que sólo podía jugar cantidades enormes. Sus ojos parecían ver detrás de él, y apenas la duquesa de Delille abandonaba su asiento para trasladarse á otra mesa, el príncipe le salía al paso con la mano tendida y una sonrisa juvenil.
Mas Jacobo, con la prudencia con que moderaba todos los gastos de Currita desde que metía él la mano hasta el codo en sus arcas, desechó terminantemente el proyecto, imponiendo más bien que presentando otro más económico y también más nuevo... Dos cuadrillas imitando las piezas de un juego de ajedrez, blancas y negras, y una partida jugada por ellas mismas en forma de contradanza; Luis Fonseca, su compañero de embajada, habíalas visto jugar así en Conchinchina cuando las fiestas en honor de Phara-Norodon, rey de Cambodge.
Particularmente Leto, parecía endurecerse y animarse con la pesadumbre del calor y los esfuerzos de la brega. Al Ayudante le daba siete tantos y la salida, si la quería; y así y todo le llevaba de calle, porque no había defensa posible contra un modo de jugar como el de Leto. Y cuidado que el Ayudante jugaba bien; pero como no lograra pegar al otro a la baranda, cosa perdida.
Palabra del Dia
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