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Actualizado: 28 de junio de 2025
Verbigracia; se hubiera evitado que Narcisa, la jovencita que desempeñaba papeles de chula, se fuese del teatro dando un fuerte escándalo, diciendo a quien la quería oír que Antoñico pellizcaba las piernas a las actrices en las ocasiones propicias; y también que la mamá de Clotilde, la primera dama, se quejase al empresario de que Antoñico fuese con demasiada prisa a levantar a su hija siempre que caía desmayada al terminarse un acto.
Pero no sabías que a fines del mes de abril se acordó en consejo de familia recoger e identificar a esa jovencita para darle la posición que le corresponde. Como yo estaba al tanto de todo, y además tenía el honor de conocer a la Sra. Marquesa, comprometíme a entregarla, haciéndoles creer que había grandes dificultades para arrancarla del poder de los parientes de su supuesta madre.
Sus ojos, unos ojos de loca, con el estrabismo de las frecuentes crisis, eran lo único que aún delataba la extinta hermosura. En el lecho inmediato vio a una jovencita que llevaba envuelto el pelo en un pañuelo rojo y abrigados los hombros con una chaquetilla color de manteca.
La compañera era una jovencita de ojos claros y virginales, encogida y tímida algunas veces y otras con audacias de colegiala revoltosa. En el buque llevaba siempre la cabeza al descubierto, libre de velos y sombreros, dejando que flotase su tupida cabellera, de un rubio obscuro, suavemente ondulada.
Ingénieselas usted ahora mientras él está allá..., en golviendo..., pues, entonces... ya ¡maldita la falta que le hace usted a ella! Bien, hija, bien. Eres jovencita; pero piensas claro. Lo que la enseñan a una. En fin, yo me tengo que largar. ¿Manda usted algo? ¡Ah, me se olvidaba una cosa que l'importa a usted mucho! Según la cocinera, el amo es muy bruto... ¡conque, ojo al Cristo! ¿Cómo?
Id a buscarlo en seguida, llamadlo en vuestro auxilio; él será vuestro protector. Cuando la viuda y la jovencita se vieron en el camino del castillo se pusieron a caminar a toda prisa; y volvieron a cambiar entrecortadas frases.
Hay que esperar en un salón; vendrá a buscarte la madrina y otras damas, se te anunciará y al entrar harás tres reverencias... una así... otra así... y por último otra así. La jovencita rubia, puesta en pie y en medio del corro, hacía las genuflexiones con tal unción, delicadeza y primor, que parecía que en su vida había hecho otra cosa.
Feli se fijaba otras veces en una jovencita de rojas peinetas en el pelo, hueca falda de flores con largos volantes y un sinnúmero de collares verdes, azules y rosa. Era casi una niña; la pubertad apenas había hinchado la tapa de su pecho con los capullos femeniles; sus ropas huecas, sonando con escandaloso fru-fru, denunciaban una delgadez de escuerzo femenino.
Casada la jovencita en aquellas condiciones, con un hombre que podía ser su padre, ¿no era de prever que al renunciar a la felicidad ardiente, y obtener, en la mejor de las hipótesis, una dicha tranquila, se sintiera tarde o temprano inquieta por la idea de un bien mayor?... Las confesiones de la muerta destruían esa sospecha.
Esto le parecía una extraña vuelta de su alma a la primera época del internado conventual, entre los once y los trece años, época breve que surgía como lejana blancura en sus recuerdos. Su idea de Jesús, en aquel tiempo, se mezcló con delirios inocentes, asociada a la muerte de su padre y a multitud de reflexiones que llenaran de dulzura su corazón de jovencita.
Palabra del Dia
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