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Actualizado: 28 de junio de 2025
La primera vez que nombraba al Conde Luis d'Arda lo hacía al hablar de poesía y de arte, y ese nombre volvía después con más frecuencia, siempre con motivo de libros y cosas literarias. Íntimo amigo de su padre, compañero de su juventud, el Conde era una de las rarísimas personas que frecuentaban la casa Abizzoni. La jovencita emitía a su respecto juicios muy favorables.
También pudimos distinguir entre otras una jovencita muy linda llamada Rosario, con quien el pollo que está a su lado no había podido bailar la noche del sarao de Elorza a causa de la guerra que el pianista tenía declarada a las mazurcas. Los marineros iban ya a zafar los cables para emprender la marcha, cuando de una de las falúas salió una voz preguntando: ¿Y las de Ciudad?
Pensé al principio que me equivocaba... después procuré disimular mis manos coloradas, luego tuve un acceso de tos... Me traté de animal, de fatuo, pensé en marcharme, y, por último, me puse a contemplar fijamente, todo aturullado, el fondo de mi taza... ¡como una jovencita!
Lo que hace al caso es saber que Abaris viajaba con facilidad prodigiosa. David estaba viejísimo, y los sabios de Israel resolvieron que, para aliviar sus dolencias y hacer menos crueles los postreros años de su vida, era menester casarle con una jovencita bella e inocente; la flor de las doce tribus.
Aquella noche los guardias de las puertas de la ciudad fueron sustituidos por artilleros peninsulares y al día siguiente, á los primeros rayos del sol, Ben Zayb que se aventuró á dar un paseo matinal para ver el estado de las murallas, encontró en el glacis, cerca de la Luneta, el cadáver de una jovencita india, medio desnuda y abandonada.
Amigo tuyo, condiscípulo tuyo.... ¿Pepe López? No. Diga usted, tía.... Adivina. ¿Eduardo, el hijo del alcalde? No. Eduardito es un pedazo de alcornoque. ¡El, el hijo del alcalde, prendarse de una muchacha pobre? ¡Cuándo! El enamora a Gabrielita Fernández.... ¿A la jovencita rubia, la que toca muy bien el piano? ¿Ya la conoces? El otro día la vi en la reja. ¡Guapa! ¿No es verdad?
Se lo regaló a Carmela, cuando vivía papá, un pintor de Madrid que pasó aquí unos días dijo Nuncita. ¿Eras tú joven? preguntó gravemente Paco dirigiéndose a Carmelita. Sí, muy jovencita. ¿El pintor tenía fama? Mucha. Entonces ya sé quién era, Murillo. No; me parece que no se llamaba así. Entonces sería Velázquez. Ese nombre ya me suena más.
¡Yo prefiero a Francia! suspiró la esposa del primer secretario, una jovencita pálida de cabello rizado. ¡Ah, la Francia! murmuraron algunos comensales, poniendo los ojos en blanco. El gordo Meriskoff agitó los lentes de oro. Francia tiene un pero, que es la cuestión social. ¡Oh, la cuestión social! murmuró sombríamente Camilloff. Y conversando con tanta sabiduría, llegamos por fin al café.
En el mundo oficial que frecuenta ha observado alguna vez que las mujeres no desdeñan su conversación ni su compañía. Además, nunca ha de ser tan loco que se case con una jovencita; mas si por acaso encontraba una mujer que se acercase a los treinta, agradable y simpática, nada se había de oponer a que pensase en el matrimonio.
Una permanencia de diez horas en las apreturas del bote, vagando á la ventura, en espera de socorro, no había quebrantado sus energías. Las mujeres mostraban mayor desesperación. Ferragut vió en el centro de un grupo de señoras á una jovencita inglesa, rubia, esbelta, elegante, que lloraba balbuceando explicaciones. Se había visto en una lancha, separada de sus padres, sin saber cómo.
Palabra del Dia
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