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Actualizado: 17 de mayo de 2025


¡Cóncholes, qué hombre! exclama por todo saludo al hallarse entre la familia. Pero ¿qué te pasa? dice el tío Jeromo. ¡Qué me ha de pasar? Ese fantasioso de mayorazgo..., ¡siempre con su latín! ¿Y qué cuidao te da á ti? ¿No has estudiao tres años ya? ¿Por qué no le contestas? Porque no soy tan jaque como él.... Y luego él ha estudiado por otro arte.

Pero en la familia hay una capellanía que ningún varón ha querido, y el tío Jeromo sacrificó de buena gana algunas haciendas para ayudar á costear la carrera á su hijo mayor y asegurarle la pitanza, ordenándole á título de aquélla, cuyas rentas, por solas, no alcanzaban á tanto.

¡Ay Dios! ¿Quiés ver ahora mesmo dos pucheraos de leche? Verás, verás.... Y salta el rapazuelo, y en pos de él el otro, desde la pila al portal, y llegan á la cocina mirando con cautela en derredor, por si el tío Jeromo, padre del primero, anda por las inmediaciones.

Mi queridísimo amigo y pariente: Como que también lo eres del señor regente de la Audiencia de este territorio, y que es raro el paso que da en el cumplimiento de sus altos deberes sin oír tu dictamen, espero que le recomiendes con todo empeño la pronta y favorable resolución del pleito que pende ante aquélla, contra don Jeromo Cuarterola, de esta vecindad, y persona de todo mi aprecio, sobre un supuesto contrabando.

Poco después viene el tío Jeromo, que toma asiento cerca de la lumbre para auxiliar á la familia en la operación; pues la gente de campo de este país, sobria por necesidad y por hábito, goza tanto con el espectáculo de la cena de Navidad como saboreándola con el paladar.

Yo, señor don Jeromo, no he tenido inconveniente en sacrificar al bien de mi país la tranquilidad de mi hogar, y hasta el lucro de mis negocios particulares; pero será estéril mi abnegación si los hombres influyentes, de arraigo, de convicciones sólidas y saludables, de contingencia, en fin, como usted, me niegan su apoyo en estos instantes supremos. He dicho.

Se pensará, señor don Jeromo, se pensará dijo don Celso cortando aquel diálogo, con el cual se iba amoscando algo el inexperto don Simón, y con el fin de no desahuciar por completo al tabernero. Pues aquí estoy siempre a sus órdenes concluyó éste , con la condición que he dicho. Si conviene, bueno; y si no, tan amigos como siempre.

En efecto repuso Lépero atajándole : no es el mismo regente a quien usted conoce, sino a la persona que más le domina. Repare usted, don Celso... Nada, nada, amigo don Jeromo continuó Lépero desentendiéndose de los escrúpulos del candidato... Y advierta usted que esto no va como favor, ni mucho menos.

Este sujeto había estudiado un poco de latín en sus mocedades, y era tan pedante, que sólo por tener alguno con quien lucir su sapiencia, insistió con tío Jeromo un día y otro día hasta que logró decidirle á que su hijo aprendiera latinidades.

¡Si usted tuviera la bondad de ser un poco más franco! se atrevió a decirle don Simón. ¡Pssée! refunfuñó don Zambombo . ¡Como tampoco ustedes lo son!... ¿Cómo que no? Es la verdad. Y si no, a verlo vamos. Yo me comprometo a votarle a usted con todos mis amigos... Muchas gracias, señor don Jeromo. Con tal de que usted se comprometa a otra cosa.

Palabra del Dia

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