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Actualizado: 24 de octubre de 2025


Nada tiene usted que temer de Tragomer aquí, donde es usted conocida de todos sus compañeros, de su director, del público y de los americanos que la aplauden hace dos años. Todos afirmarían, si fuera preciso, que es usted Jenny Hawkins. No hay más que un ser en el mundo que no se dejaría engañar por su metamorfosis y cuya presencia no podría usted afrontar sin peligro. Pero, ése no vendrá.

Asombróse Butrón de aquella extraña candidata cuadrumano que trataba de ingerir la duquesa en la ilustre junta de damas, y exclamó muy sorprendido: ¿La mona Jenny?...

Solamente, en lugar de seguir a pie con Jenny y unos cuantos intrépidos, declaró que prefería el coche, con gran contrariedad del diplomático. No tengo verdaderamente suerte con usted, miss Darling dijo con involuntaria acritud. ¡Yo que esperaba hacerle a usted tirar la primera pieza! No lo sienta usted, porque no la acertaría. Pero, en fin, ¿es que le desagrada a usted mi compañía?

Pector servía á maravilla mis designios con su manía americana de pasear por los sitios públicos y de entrar en todos los cafés á tomar un emparedado y un cocktail. Acababa yo de formar el proyecto de esperar á Jenny delante del hotel para sorprenderla con su compañero. Un presentimiento me decía que habría de volver con él y que allí, en un segundo, podría yo saber el secreto de aquella mujer.

Su plan de conducta debía estar bien adaptado y no era él hombre de variarlo. Hasta que llegase Jenny no había nada que temer y podía tomar respiro y reservar sus medios de acción para cuando le hiciera falta emplearlos.

Empezaré a acostumbrarme por la mona Jenny... La mona Jenny aceptará la vicepresidencia. ¿Crees ?... Lo espero... Le tengo reservado otro papel de grande importancia que le hará olvidar lo secundario de este.

Todo este asunto se presentaba en tales condiciones de misterio que se apoderó de una impaciencia febril y sin cuidarme de lo que pudieran pensar mis compañeros, di un paso para abrir aquella puerta que de modo tan singular acababa de cerrarse y penetrar en el cuarto tocador, cuando la puerta se abrió y dió paso á Jenny Hawkins. La artista se adelantó sonriente y con mirada segura.

Pensó que acaso Lea escuchaba también acechando con ansia su partida, y como si hablase á una sombra dijo en voz muy baja: Jenny, que está usted ahí. ¡Loca! Ábrame usted. Va en ello su salvación... Los momentos son preciosos... La engañan á usted... Escúcheme...

Pero ¿cómo concilia usted los proyectos matrimoniales de ese mozo y sus relaciones can Jenny Hawkins? No los concilio; pongo en presencia los hechos para estudiarlos. Unas relaciones con Jenny Hawkins no excluyen un proyecto de boda con Miss Harvey; al contrario. Si la querida ambiciona el dinero, debe animar á Sorege á casarse con una mujer rica.

El señor Pulido hizo una profunda señal de asentimiento, bajando con previsoria resignación los ojos, y la duquesa, haciendo alarde de la perspicacia de su ingenio, exclamó ligeramente: ¡Entendido, entendido...; basta!... Queda, sin embargo, el otro extremo por conciliar. ¿Crees que la mona Jenny se contente con la vicepresidencia?

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