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Actualizado: 7 de junio de 2025
Soledad lo vió al principio con indiferencia; pero la alegría de las chavalas al cabo fué tan ostentosa, sus carcajadas tan repetidas y sonoras, que concluyeron por crisparla. Sintió la mordedura de los celos, y sin prever las consecuencias se acercó al grupo y mostrando semblante alegre quiso tomar parte también en la jarana.
Ni para dar ni para recibir garrotazos hemos tenido duelo de nuestros huesos... Pero sí has faltado á la verdad al decir que estamos apartados por una miseria. ¿Cómo? ¿Es una miseria el dejar á uno solo cuando más necesita de la ayuda de los amigos? Al comenzar la jarana con los de Aller había sobre la campera más de veinte mozos de Entralgo y Canzana.
Por último, al cabo de un rato acostaron al barco Pepe de Chiclana, su mujer y Soledad. En la subida hubo bastante jarana y no pocos sustos. Las mujeres temblaban de confiarse á la frágil escala. Con el susto no se guardaban siquiera de mostrar las piernas á los marineros que se quedaban en la lancha. Los hombres las embromaban sobre esta despreocupación así que estaban arriba.
Fernanda y Blanca, con Montifiori y sus amigos, habían pasado los tres días en una jarana completa: en el corso, en los bailes, en las tertulias particulares, Fernanda y Blanca habían sido conocidas en todas partes; pero eso era lo que ellas buscaban en medio de la turba de corsarios de gran tono, que les daban caza a través de aquellas noches de locura.
Todavía estaba en el «Annie Curtis», pero como la barca se hallaba en dique seco, él, según me dijo, había querido bajar a tierra para andar de jarana. Permaneció aquí dos días, y con su pequeña máquina fotográfica, adquisición muy reciente, evidentemente, anduvo sacando toda clase de vistas, incluyendo la de esta casa.
1141 Mas cada uno ha de tirar en el yugo en que se vea; yo ya no busco peleas, las contiendas no me gustan, pero ni sombras me asustan ni bultos que se menean. 1142 La creia ya desollada, mas todavía falta el rabo, y por lo visto no acabo de salir de esta jarana; pues esto es lo que se llama remacharsele a uno el clavo.
No cantes victoria, no cantes victoria tan pronto indicó Rosalía, flechada súbitamente por un pensamiento triste en medio de su alegría . Hay que temer la recaída... A ser tú, yo no me quitaría la venda. ¿Qué es esto? dijo el médico, que entró sin anunciarse . ¿Jarana tenemos? ¿Qué correrías son esas, amigo Bringas? La venda... No hay que fiar todavía. Claro es que no conviene.
El Pater no cabía en sí de gozo y bailaba en el asiento; Quevedo alargaba el hocico, y hasta se atrevía a decir mu, repitiendo las admirables razones de su amigo. Los demás tertulios se envalentonaban adhiriéndose algunos al bando de Pedernero, otros al de Rubín, no por convicción, sino por divertirse y aumentar la jarana.
Dominaba en el testero de la Sala de Juntas el tesorero general del pretendiente, don Matías Jarana, porque en tiempos de apuro el que tiene el dinero es el empleado principal; el cual, si no era gran tesorero era gran canónigo. Dicho esto, me parece excusado detenernos mucho en describirle; estamos seguros de que el inteligente lector se lo habrá figurado ya tal como era.
La jarana con que en el hogar se celebraban los chistes del señor Pepe impedía que nadie atendiese al silabeo de la vieja. Merced a la situación de la escalera, dominaba Julián la mesa, trípode y ara del temeroso rito, y sin ser visto podía ver y entreoír algo.
Palabra del Dia
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