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Actualizado: 17 de noviembre de 2025


El corazón me dio un vuelco, y las piernas me flaquearon. Llegaba el momento crítico que había de resolver mi suerte. Haciendo un esfuerzo sobre mismo, acerqueme sonriente a las jóvenes. Debía de estar o muy rojo o muy pálido. Isabel no me dejó pronunciar una palabra. Si me hubiese dejado, no si hubiera sido capaz de hacerlo.

Un nuevo escándalo, iniciado y meditado en casa de Currita y llevado a efecto a la sombra de esta, y quizá, quizá bajo su protección misma, vino a probar a las personas sensatas que tan peligrosa es la proximidad del vicio, que aun sin estar de él contaminado, se respira en su atmósfera cierta ponzoña que trastorna y extravía, y hace al cabo resbalar y caer... Margarita Belluga, una de las jóvenes que al pisar por primera vez los salones del gran mundo había llamado más la atención por su candor y su pureza, desapareció un día súbitamente de casa de sus padres, para aparecer a poco en Italia, magna parens artium, y refugio insondable de pillos de todas las naciones, casada con Celestino Reguera, el pintorzuelo cómplice de Currita en sus atentados pictóricos, que había conservado siempre la dama a su lado, para alumbrar su corte con los resplandores de un genio, a la manera que Filipo mantenía en la suya a Aristóteles, y Augusto a Virgilio, y Carlos V a Garcilaso, y Luis XIV a Molière.

Jóvenes, parejas de novios, enamorados, seguidos detrás de cuidadosas madres ó tías; grupos de estudiantes en traje blanco que la luna hacía más blanco todavía; soldados medio borrachos, en coche, seis á la vez, yendo de visita en algun templo de nipa dedicado á Citéres; niños que juegan al tubigan, chinos vendedores de cañadulce, etc., llenaban el camino y adquirían á la luz resplandeciente de la luna formas fantásticas y contornos ideales.

No las hallaba ahora ni más jóvenes ni más viejas; las barbas de los ancianos no eran más blancas, ni el niño que andaba á gatas ayer podía moverse hoy haciendo uso de sus pies: era imposible decir en qué diferían de las personas á quienes había visto antes de partir; y sin embargo, algo interno parecía sugerirle que se había efectuado un cambio.

Por la noche solía haber esfoyaza, la faena de descubrir las mazorcas y atarlas en ristras. Cada día acudían los vecinos á casa de uno de ellos para ayudarle; generalmente eran los jóvenes.

Dos jóvenes, hijos de la noble familia de los Manzanos, mataron en una contienda suscitada sobre el juego á otros dos jóvenes, muy amigos suyos, é hijos de la familia de los Monroy.

Las lamentaciones de tres jóvenes, que de esta suerte son arrastrados al castillo; sus diálogos con la caprichosa dama, que al fin da su mano á uno de ellos, é invita á los otros á sus bodas, llenan sus cinco actos.

Siguió aquel movimiento; vió que se iban del jardín, y aprovechándose él también del bullicio, se separó de sus amigos, como si por acaso los perdiese, y tomó la misma calle de árboles por donde vió que las dos jóvenes se habían precipitado buscando la puerta del jardín. Ridículo le parecía que hombre tan corrido como él corriese entonces desalado en pos de dos pobres chicas.

Los señoritos, en relación con aquellas jóvenes por los bailes de las Escuelas, acostumbrados ya al dulce, no querían perder su derecho de monopolio ni aun al aire libre; entraban también en ellas, bailando sin garbo, con los brazos muy abiertos y las piernas inmóviles.

Señor cura dijo la de Brenay, háganos usted saber lo que piensa del desgraciado estado de cosas que íbamos a hacer constar una vez más; la dificultad de casar a las jóvenes que tienen un dote mediano... Y a las que le tiene pequeño añadió la de Dumais con una convicción de las más sinceras.

Palabra del Dia

vengado

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