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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Ni yo estoy dislocado por nadie, y mucho menos por una monja, lo cual sería un absurdo, ni tengo con ellas más que un conocimiento superficial, como los que aquí se engendran, ni he reparado si tiene los ojos negros o azules, ni tiene sentido común semejante cosa. Dije estas palabras con energía y mostrando demasiado claramente mi irritación.

El P. Gil, que escuchaba petrificado tal sarta de impiedades, sintió un estremecimiento de horror al oír aquella interpretación monstruosa del sentimiento de la caridad. A este estremecimiento sucedió una viva irritación. Necesitó un gran esfuerzo de voluntad para no romper en insultos contra el blasfemo.

Y casi bruscamente, le dijo que podía retirarse. Cuando se quedó solo dio orden de que no se dejara entrar a nadie más. La gravedad de sus pensamientos en ese instante y la irritación que sentía contra mismo, no le permitían ocuparle de otro asunto. La observación que le había hecho Vérod era justísima: ¿Cómo negar su valor?

No dejaba de observar un momento a mi rival, y veía cómo se apoyaba con familiaridad en el respaldo de su butaca, y le hablaba en voz baja, y se reían y, en fin, otras muchas cosas que apenas hubiese podido tolerarte a ti, al amigo de la infancia. La irritación, los celos terribles que todo esto despertaba en , fueron la prueba de mi apasionamiento... ¡Pero no me escuchas, Amaury!

El cochero bajó y tanteó la puerta, que estaba sólidamente cerrada. ¡Magdalena! ¡Magdalena! Nadie contestó. ¡Magdalena! ¡, Magdalena! continuó el cochero con irritación cada vez más patente. ¡Magdalena! añadió el correo persuasivamente. ¡Oh, Magdalenita! Pero la tal Magdalena, al parecer insensible, dio la callada por respuesta.

La reyerta primero, la inquietud después y ahora un poco de irritación y despecho, le habían agitado demasiado para poder concentrar su atención. Además, hallándose escribiendo creyó percibir en la habitación contigua cierto ruido especial, como de un baúl que se arrastra.

Muy duras estaban; pero él, como labriego experto, quería trabajarlas poco á poco, por secciones; y marcando un cuadro cerca de su barraca, empezó á remover la tierra ayudado por su familia. Los vecinos burlábanse de todos ellos con una ironía que delataba su sorda irritación. ¡Vaya una familia! Eran gitanos como los que duermen debajo de los puentes.

Fáciles son de presumir los zipizapes de que sería teatro en muchas ocasiones el establecimiento de D. Marcelino. Por fortuna éste tenía la saludable costumbre de dar la razón á todos y cada uno de los contendientes. De esta suerte nadie se encontraba solo en la defensa de ninguna causa y la irritación nunca podía alcanzar un grado peligroso.

Al fin en las de dos años antes, leyó lo siguiente: Cargo: recibido de doña Amparo, cuatro mil reales. No pude contenerme: mi irritación estalló; mi administrador es un asesino: apuré con él la suma de los dicterios conocidos y por conocer y le destituí. Amparo se engrandecía a mis ojos.

Á pesar de mi resentimiento fuí á ver á tu madre y por desgracia ésta me confirmó en lo que había oído... ¡Qué sabe mi madre lo que dice! exclamó la joven con creciente irritación. ; he podido averiguar que no sólo te hacía desprecios, sino que ha llegado á levantarte la mano... ¿Ha dicho mi madre eso? preguntó ella vivamente con el semblante demudado. No, no se apresuró á responder el joven.

Palabra del Dia

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