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Actualizado: 27 de junio de 2025
Otro aviso bien dirigido llegaba entre tanto á los de Espejo. Pujante fué la acometida: valerosa, heróica la resistencia. La presencia del señor de Montemayor engrandecia los corazones y comunicaba á los sitiados sobrenatural aliento.
Al fin en las de dos años antes, leyó lo siguiente: Cargo: recibido de doña Amparo, cuatro mil reales. No pude contenerme: mi irritación estalló; mi administrador es un asesino: apuré con él la suma de los dicterios conocidos y por conocer y le destituí. Amparo se engrandecía a mis ojos.
A los que él quería mataba, y a los que quería daba vida; a los que quería engrandecía, y a los que quería humillaba. 20 Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en altivez, fue depuesto del trono de su reino, y traspasaron de él la gloria. 21 Y fue echado de entre los hijos de los hombres; y su corazón fue puesto con las bestias, y con los asnos monteses fue su morada.
Había que fijarse en el trabajo de los padres de la Compañía, que eran los verdaderos representantes del catolicismo, el Estado Mayor del ejército religioso, el único que tenía el secreto de sus marchas y evoluciones y ocupaba las tiendas de distinción. ¿Se engrandecía Barcelona siguiendo el movimiento fabril de Europa? Pues allí ellos.
Francia, arruinada tres veces de uno á otro extremo en el espacio de un siglo, lanzó las últimas boqueadas en una orgía de enfermos: la Regencia. Inglaterra, que, sin embargo, se engrandecía en aquellos momentos á costa de nuestras ruinas, estaba al parecer tan enferma como su vecina: la idea puritana habíase ido debilitando y no acudía otra á reemplazarla.
Los pies también seguían su diálogo; diálogo poético sin duda, a pesar de la piel de becerro, porque la intensidad de la sensación engrandecía la humildad prosaica del contacto. Cuando Ana tuvo fuerza para separar todo su cuerpo de aquel placer del roce ligero con don Álvaro, otro peligro mayor se presentó en seguida: se oía a lo lejos la música del salón.
Nada lo engrandecía tanto como la bruma invernal cubriendo de un velo azulado la lejanía y falseando la noción exacta de la distancia. Ninguno o muy escaso ruido, pero cada nota más perceptible; por la noche, sobre todo, extrema sonoridad en el aire.
4 Vi que el carnero hería con los cuernos al poniente, al norte, y al mediodía, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había quien escapase de su mano; y hacía conforme a su voluntad, y se engrandecía.
Palabra del Dia
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