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Pero casi casi había llegado mi amigo al perdón de la ofensa, aunque sin olvidarla; y si se ha de decir verdad, no le agradaban mucho las intimidades de su mujer con aquella señora, aun considerándolas puramente circunscritas a lo concerniente al ramo de vestidos. «¿No tendré el gusto de verle a usted mañana en mi casadijo la marquesa.

Pasaron días, y con ellos fueron creciendo las intimidades entre Julieta y el diplomático, hasta el punto de vérselos como la sombra y el cuerpo en calles, paseos y espectáculos; siendo de advertir que don Simón, no solamente lo consentía, sino que lo fomentaba con reiteradas atenciones hacia aquél, y con desmedidos elogios de sus prendas cuando de él hablaba en familia.

Con muchísimo gusto..... Pues andando. Ya que este capítulo ha comenzado en estilo familiar, y que son muchas las intimidades en él referidas, aprovecho la ocasión de deciros, para que nos entendamos mejor, que mis tres compañeros de viaje eran: un ex ministro de Hacienda, muy aficionado á las Bellas Artes y competentísimo en ellas y en otras muchas cosas; un ex diplomático y ex consejero de Estado, dado á la arqueología, á la numismática y á la indumentaria, el cual conoce por su nombre á todos los baratilleros del Rastro de Madrid, y uno de nuestros más afamados pintores, que ganó en la Exposición Nacional de hace algunos años el primer premio de Pintura de Historia.

Muy al contrario, la cara del general Castaños no causaba espanto a nadie, aunque respeto, pues los chascarrillos y las ingeniosas ocurrencias que le eran propias las guardaba para las intimidades de su tienda. Montaba airosamente a caballo, y en sus modales y apostura había aquella gracia cortés y urbana que tan común ha sido a nuestros Césares y Pompeyos.

Sánchez Morueta llegó á pensar si Cristina amaría á otro, si al casarse con él por interés, habría dejado en su pasado alguna ilusión que aún la perseguía. Pero después de examinar sus predilecciones é intimidades en la sociedad elegante y devota que la rodeaba, desechó sus sospechas. Ella sólo quería á su esposo, si es que aquello era querer. En su cariño, no había fuerzas para más.

Mis visitas de exploración minuciosa al pueblo las hice solo y por mi propia cuenta, dejándome aparecer en él como a la descuidada, para sorprenderle mejor en sus intimidades. Al conocer «de vista» a su vecindario en la misa del domingo anterior, ya me había llamado la atención muy vivamente cierta uniformidad monótona de «corte», digámoslo así, y hasta de indumentaria.

Convenía la parada a mis propósitos, y la hice. No por eso dejé de frecuentar la casa del octogenario de la Castañalera: al contrario, y hasta comí con la familia dos veces en aquella temporada; sólo que procuraba a menudo llevar a Lita al terreno y al estilo de nuestras primeras intimidades, economizando mucho las insinuaciones de otra casta, y usándolas únicamente para conservar «arrimados los fuegos».

Significaba todo aquello el renacimiento de una iniciativa conyugal largo tiempo abandonada. En la intimidad de las intimidades no tenía Bonis mando superior al que le había sido conferido en los demás quehaceres domésticos; de su espontaneidad no se esperaba ni se admitía cosa alguna.

La señorita le tiraba bondadosamente de las orejas. Como vuelvas a traer aquí tales ascos..., verás, verás. Te he de colgar de la chimenea como a los chorizos, para que te ahúmes. Julián transigía con estas intimidades, mientras no sorprendió el secreto de otras harto menos inocentes.

Como, al llegar aquí, me pareciera el médico dispuesto a callarse, por su natural modesto y reservado, y a me fuera gustando mucho su palabra, tan fácil como sobria, preguntéle, antes que el hornillo de su entusiasmo comenzara a entibiarse, qué cosas eran aquellas que podían verse y admirarse por el hombre culto en sus relativas intimidades con el aldeano.