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Actualizado: 12 de mayo de 2025
»Mas he aquí que en un momento dado pasa un extraño, ve a tu hija, le desliza unas cuantas palabras al oído, y no bien las ha escuchado cuando le consagra un amor más intenso que el que te profesa a ti y te deja por él y entrega para siempre a ese extraño su vida, que es la tuya. Cúmplese así la ley de la Naturaleza; ésta mira siempre a lo futuro. »¡Y, ay de ti, si profieres una queja!
Cifró los anhelos y las esperanzas todas de su vida en aquel niño, que necesitaba de su maternal solicitud para no perecer al golpe de las muchas dolencias que padeció en la infancia: para ella era un goce intenso y continuo irlas venciendo y verle salvo y cada vez más robusto.
Tenía la voz aunque imperiosa, encantadora, y su persona exhalaba un perfume penetrante y sutil, intenso y turbador, que juntamente producía fascinación al espíritu y embriaguez a los sentidos. El hombre inculto e ignorante, incapaz de analizar lo que experimentaba, pero hombre al fin, sintió la tentación y el ánsia que dá la fruta puesta al alcance de la boca del niño.
Ella había deseado el matrimonio por hacer como las demás, por adquirir el respeto y la libertad de una mujer casada, sintiendo únicamente hacia su esposo un vago agradecimiento. «Terminamos por donde otros empiezan», decía Desnoyers. Su pasión tomaba todas las formas de un amor intenso, creyente y vulgar.
Ha sido periodista en el Perú, ha viajado por toda la Europa, ha producido más que un centenar de hombres... y aún es joven y lo alienta un vigor más intenso que nunca. Naturalmente, en esa mole de libros sería inútil buscar el pulimento del artista, la corrección de líneas y de tomos.
Para Bonis, que siguió a su hijo hasta la margen del Jordán de mármol, todo tomó nueva vida, más intenso, armónico y poético sentido. Era que la música le ayudaba a entender, a penetrar el significado hondo de las cosas. El órgano, el órgano, le decía lo que él no acababa de explicarse. «Pues es claro; la Iglesia es un lince; ve largo; sabe ser madre».
Los pedazos de bayoneta, las chapas metálicas, las cápsulas de fusil, centelleaban como pedazos de espejo. La noche húmeda, la lluvia, el tiempo oxidador, no habían modificado aún con su acción corrosiva estos residuos del combate, borrando su brillo. La carne empezaba á descomponerse. Un hedor de cementerio acompañaba al caminante, siendo cada vez más intenso así como avanzaba hacia París.
Cuando un toro enorme, de muchas libras, cuello grueso e intenso color negro, llegaba a la suerte de banderillear, el Nacional se colocaba con los brazos abiertos y los palos en las manos, a corta distancia de él, llamándolo con insultos: ¡Entra, presbítero!
Ana sintió que un pie de don Álvaro rozaba el suyo y a veces lo apretaba. No recordaba en qué momento había empezado aquel contacto; mas cuando puso en él la atención sintió un miedo parecido al del ataque nervioso más violento, pero mezclado con un placer material tan intenso, que no lo recordaba igual en su vida.
Corrió por sus venas una sensación de frío cual si se sintiera próxima a la muerte; pero al instante fue substituida por otra de calor intenso que la hizo sudar por todos los poros del cuerpo. Comprendía vagamente que se estaba efectuando un adorable misterio a su vista, y un santo temor la sobrecogió.
Palabra del Dia
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