Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 10 de junio de 2025
En lo más íntimo de su alma caviló mucho Poldy sobre todo esto, y urdió y tejió infinidad de historias, en su sentir bellísimas, con las que ella se deleitaba en secreto sin comunicárselas a nadie, ni siquiera a la anciana institutriz Justina que era su confidente. Engolfadísimo en sus estudios, el Conde Enrique no tenía voluntad ni entendimiento sino para continuarlos.
Hubo que economizar en nuestros gastos, todo aquello de que fuera posible privarse; las relaciones con los propietarios vecinos fueron limitadas, el personal reducido, y la anciana institutriz que había educado a Marta, y que debía terminar su tarea conmigo, tuvo también que dejarnos. Marta, que era siete años mayor que yo, y se disponía a estrenar su primer vestido largo, tomó su lugar.
Sin embargo, no hay duda que por debajo de la mesa se encuentra establecida una corriente comunicante en la que sus menudos pies juegan papel de martillos telegráficos. Á menudo, cuando estos martillos caen con demasiada pesadez, la fisonomía del yunque se contrae y deja escapar un ligero grito, que hace volver la cabeza y fruncir las cejas de la bella institutriz.
Pero no; se trataba de una calumnia infame, de una de esas calumnias ante las cuales no retroceden ciertos seres viles y maléficos que no se cuidan del honor de un hombre ni del reposo de una mujer. Sin embargo, ese nombre... «Juana Dodson»... era el de la institutriz a quien ella había reemplazado en el castillo, y quizá... ¡No! No podía, no quería creerlo...
¡Carlitos, preciosura suplicó la madre , deja en paz á tío Manuel! Y añadió, para contestar á todo lo que había dicho Robledo acerca de su padre: Es verdad, no quiso venir; pero eso no impide que me entristezca cuando pienso que podía estar aquí, viendo lo que nosotros vemos. Se aproximó al grupo una señorita elegantemente vestida: la institutriz francesa encargada de la educación de Carlitos.
En cuanto á la manera que el conde tenía de pasar el tiempo en su palacio, sólo la blonda institutriz pudiera dar cuenta perfecta de ella. La del mayordomo había cambiado notablemente desde la llegada de sus amos. Pedro era un buen muchacho, un poco brusco, un poco altivo, un mucho cándido y noble.
Siéntate, querida mía y cuéntame tus infortunios, que estoy pronto a vengar como galante caballero. ¿Mi hermana te ha hecho rabiar? ¿Mi madre te ha puesto mala cara o mi tío demasiado buena? La señora de Candore ha despedido a la institutriz de su hija, Raúl; acaso acogerá a la mujer de su hijo. ¡Oh!
La institutriz se puso un poco pálida, pero dijo con calma sin dejar de sonreir: Te advierto que me estás haciendo daño. Dí, ¿qué es gracioso? ¿qué es gracioso? repitió el conde sacudiéndola rudamente. Vuelvo á decirte que me haces daño. Yo no soy la condesa de Trevia, sino una pobre institutriz. No merezco ser tratada con tanta confianza. El conde aflojó la mano y la miró fijamente.
Eso me gusta... El mes que entra la pondremos en un colegio, interna. Ya es grandecita... es preciso que vaya aprendiendo los buenos modales... su poquito de francés, su poquito de piano... Quiero educarla para maestrita o institutriz, ¿verdad? Adoración la miraba como en éxtasis. «¿Y esa mujer?» preguntó luego Jacinta a Severiana, refiriéndose a la madre de Adoración. «Señora, no me la nombre.
La clase no se mide por la fortuna, hija mía; es la opinión de todas las personas de corazón y ahí tienes como prueba las delicadas atenciones del señor Neris y la solicitud significativa de su sobrino. Seguramente no te miraban como una vulgar institutriz. La misma señorita de Candore no hubiera podido recibir más respetuosos homenajes. ¿Crees tú?
Palabra del Dia
Otros Mirando