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Actualizado: 29 de octubre de 2025
Por todas partes veía cataratas de nieve sucia y de restos, y me preguntaba con cierto espanto instintivo si, hendiéndose las rocas como la misma nieve, se irían á unir por encima del valle en una sola masa viscosa, derramándose á lo lejos por el campo.
Paquito nada había dicho; púsose muy encarnado, con ese santo carmín con que el pudor instintivo tiñe las facciones de la inocencia, y destrozando entre sus deditos, sin darse cuenta de ello, una anforita romana, extraño lacrimatorio de vidrio que había sobre una mesa, ocultó con varonil esfuerzo las gruesas lágrimas que le brotaban de los ojos.
Toda su ambición es hacerse rico; ya le verás figurar, porque muchacho más despejado no he visto. Lo que hay es que los viejos no le quieren, pero no se debe ser injusto. ¡Pobre Quilito! decía la niña compadecida. Cuando le trató, más tarde, este sentimiento instintivo de compasión, se convirtió fácilmente en simpatía; fué en un baile, en casa del ministro Eneene.
Magdalena hizo un movimiento instintivo para echarse hacia atrás; pero, luego se rehizo y, dominando aquel mal impulso abrió los brazos para recibir a su prima que se arrojó en ellos con efusión, quedando así abrazadas un buen rato hasta que Antoñita se desprendió y retrocediendo fue a ocupar el puesto del sacerdote, que acababa de dejar la habitación.
Es lástima, sobre todo siendo tan bonita.» La muchacha advirtió las miradas severas de Krilov, y se turbó. Se turbó de tal modo, que la sonrisa desapareció de su rostro y fue reemplazada por una expresión de miedo infantil, mientras su mano izquierda, con un movimiento instintivo, se dirigía hacia su pecho, como si llevase algo escondido en el corsé.
Entonces Carmen se levantó con un instintivo impulso de defensa. Estaba blanca y tenía en los ojos un extraño fulgor. Los puso en doña Rebeca con tal expresión de firmeza y desprecio, que la vieja abatió los brazos y la voz para murmurar: ¿Me desafías?... ¿Te burlas de mí?... Tú eres la santa..., la santa....
Es el fenómeno constante después de toda emoción profunda, consejo instintivo de la naturaleza, que exige la reparación de la enorme cantidad de fuerza gastada. El almuerzo fue sereno, casi severo; la alegría había desaparecido en su forma bulliciosa, y algo como una solemnidad inquieta reinaba en los espíritus.
Un tal Gabriel Cornejo dijo Montiño dominado por doña Clara. ¿Y quién es ese hombre? dijo doña Clara poseída de un terror instintivo. Montiño se arrepintió de haber pronunciado aquel nombre, y no se atrevió á contestar. ¿Quién es ese hombre? repitió con energía doña Clara. Es... un pobre diablo... un prendero del Rastro... contestó tartamudeando Montiño.
Sus ojos paseaban una y otra vez, sin fatigarse nunca, por la línea indecisa del horizonte, que les revelaba otros espacios sin fin azules y luminosos. Sin darse cuenta de ello, por un movimiento instintivo, se habían acercado de nuevo uno a otro como si temiesen algo de la presencia de aquel monstruo que rugía a sus pies.
Palabra del Dia
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