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D. Fadrique, á pesar de sus chachas, se hizo impío, antes de pensar y de reflexionar, por un sentimiento instintivo. La religión no se ofreció á su mente por el lado del amor y de la ternura infinita, sino por el lado del miedo, contra el cual su natural valeroso é independiente se rebelaba.

Ya que había llegado el instante de la revuelta ¡sus y á él!... Era el enemigo secular; los demás habían crecido á su amparo... El odio á toda religión era instintivo allí donde las masas obreras despertaban.

Es tan costoso para el hombre el renunciar a toda esperanza, que ellos no se resignaban a creer que todo hubiese acabado y de un modo instintivo buscaban en el rostro del señor de Avrigny algún rayo de esa ilusoria esperanza.

Era un deseo de confesarse con ella, un impulso instintivo de abrirle el alma, como si de esta mujer que llevaba á los lechos de muerte un regocijo frívolo de pájaro pudiese surgir el consejo de la suprema sabiduría.

Cristeta, retirando una mano que don Juan le tenía cogida entre las suyas, se puso en pie como tocada de un resorte. No hizo ademán de resistencia premeditada, ni fue el suyo acto sugerido por la voluntad, sino movimiento instintivo con que, sintiéndose flaquear, se apercibió a la defensa, viendo inevitable y cercana su amorosa derrota.

Entonces el maestro volviose hacia Melisa con un movimiento instintivo de protección, pero la niña había desaparecido entre las sombras. Impulsado por un extraño terror, corrió rápidamente camino abajo hacia el lecho del río, y saltando de roca en roca, alcanzó la aldea.

El resto de la servidumbre ocupaba un sotabanco que mi padre había alquilado con este objeto, en su horror instintivo al tufo y al desaseo de la plebe.

Ya sabía yo que habías de buscar á la Dorotea dijo el sargento mayor ; peor para ti. Doña Ana miraba aquella escena imprevista con asombro; más que con asombro, con un terror instintivo. ¿Conque eres su padre? dijo el tío Manolillo . ¿Conque eres el padre de Dorotea? ¿Conque aún no contento con haber asesinado á la madre, quieres asesinar á la hija?

El humo de la habitación comenzaba a asfixiarlo y un terror frío e indescriptible cerró sus labios y paralizó sus movimientos; un temor instintivo no le permitía moverse; prefería la duda, la inmovilidad, antes de acelerar el desenlace espantoso de aquella noche de abandono y de insomnio. En esa situación volvió a llamar tímida, cariñosamente, a Graciana, pero, como antes, nadie le respondió.

El nombre de Ulises Ferragut empezó á ser famoso entre los capitanes de los puertos españoles. Las aventuras náuticas de su primera época entraban por muy poco en esta popularidad. Los más de ellos habían arrostrado mayores peligros, y si le apreciaban, era por el instintivo respeto que sienten los hombres enérgicos y simples ante una inteligencia que consideran superior.