United States or Guinea ? Vote for the TOP Country of the Week !


Pero estaba en el Hotel de París; no disponía de una «villa» entera, como Alicia. Y ésta, aunque tentada por las insinuaciones de su amiga, no se atrevió á instalar al convaleciente en su domicilio. La gente era maliciosa, y ella, sin decir el por qué, temía ahora mucho sus comentarios.

Hay hombres un poco cegatos en materia de psicología femenina, para los cuales no basta que la mujer rehuya con discreción sus insinuaciones. Su falta de percepción es disculpable y justifica el empecinamiento. En este caso se impone el «no» desde el primer instante, pues al que no entiende de razones con los ojos, necesario es hacer que las entienda por medio de los oídos.

Aquel hombre, en quien se sucedían repentinamente diversas impulsiones, que no era totalmente incapaz de practicar el bien, pero que obedecía con mayor prontitud a las insinuaciones del mal, había estado, sin duda, próximo a confesar; pero la disposición de su espíritu había cambiado de un momento a otro, y entonces, ansioso de libertad, no había tenido escrúpulo para aferrarse a la tabla de salvación.

Le bastaba ver la sonrisa de la viuda, sus ojos apasionados, el gesto de maliciosa coquetería con que contestaba á sus insinuaciones galantes. «¡Arriba, lobo marino!...» Le tomó una mano mientras ella hablaba de la belleza del mar solitario, y la mano se abandonó sin protesta entre sus dedos acariciadores.

¡Hay tantos que pueden aspirar a esa corona!... Entre los cipreses, como todos son iguales, cualquiera puede ser el rey. Pues es Carlitos Nuezvana. ¡No me digas! Está bien puesto el nombre. Merece el cetro. ¿Y se te ha declarado? ¿Cuándo? ¿Dónde? Cuenta, muchacha, cuenta... La cosa empezó la noche de la fiesta que usted dió, dedicada a sus sobrinas. Comenzó por insinuaciones, no muy ingeniosas.

Hasta se distinguía del grupo de sus amigos, por la reserva de buen género con que acogía las insinuaciones y bromas sotto voce, tan adecuadas al carácter mesocrático de la boda. Anunciaba ya la máquina con algún silbido la próxima marcha; acelerábase en el andén el movimiento que la precede, y temblaba el suelo bajo la pesadumbre de los rodantes camiones, cargados de bultos de equipaje.

Cuando me tropezaba y no iba muy ocupada, solía detenerme y charlar conmigo, mostrándome siempre la misma compasión. ¡Las veces que me habrá llamado pobrecito aquella buena señora! ¿Qué clase de relaciones eran las que existían entre ella y D. Oscar? Si fuera a dar crédito a las insinuaciones y reticencias que había oído, el bendito señor era su amante.

Porque es ella la que alienta las primeras insinuaciones del hombre, aunque su corazón no esté interesado; unas veces por demostrar a las demás que tiene pretendiente; otras veces por dar celos con el incauto al que verdaderamente ella quiere; no pocas veces también por divertirse, por coquetería, o por curiosidad.

Destacó, pues, un seide encargado de seducir al vigilante, convidándole a comer, a echar un trago, recurriendo a todo género de insinuaciones halagüeñas. Tiempo perdido: el centinela ni siquiera miraba de reojo para ver a su interlocutor: su cabeza redonda, peluda, sus salientes mandíbulas, sus ojos que no pestañeaban, parecían imagen de la misma obstinación.

Perdone usted dijo extendiendo su fina mano como para cortarle la retirada; si no comprendo mal, es a la señorita Raynal a la que se refieren sus insinuaciones... No diré a usted que eso no es digno de un noble, ni siquiera de un caballero... Pero, ¿no la ha mirado usted nunca? Dispense usted, señorita, pero la cuestión se extravía a un terreno muy delicado al que no puedo seguirla.