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Actualizado: 13 de julio de 2025


El silencio hacía renacer el murmullo de la hojarasca, el zumbido de los insectos, la respiración veraniega del suelo ardiente de sol, todos los ruidos de la Naturaleza, que parecía haberse contraído temerosamente bajo el peso de los hombres en armas. No se daba cuenta exacta Desnoyers del paso del tiempo. Creyó todo lo anterior un mal ensueño.

El silencio era profundo, no se oía el menor ruido, a excepción del zumbido de los millares de insectos que pululaban al sol, y el suave rumor musical del agua, que en ese paraje se desliza tranquila sobre su lecho rocalloso. Mi primer impulso cuando llegamos al Universo, en Lucca, fue subir al Monasterio y visitar a fray Antonio.

Lamentaba que las máquinas aéreas no le enviasen un rayo de luz para poder reconocerlos. Su primer impulso fué oprimirlos entre sus dedos, aplastándolos como insectos dañinos. Pero le faltó la voluntad para darles este género de muerte....

¿Yo qué ? contestaba el rústico. Y guiándose por las palabras incomprensibles de la doncella, añadía con gran convicción: Será alguna fransesa... Una fransesa rica. Volvió Rafael a seguir con la vista las dos sombrillas que descendían la pendiente como insectos de colores. Disminuían rápidamente.

Los perros aullan, los bueyes mugen, y es forzoso abandonarles la casa, a trueque de ser roído en diez horas hasta el esqueleto. Permanecen en el lugar uno, dos, hasta cinco días, según su riqueza en insectos, carne o grasa. Una vez devorado todo, se van. No resisten sin embargo a la creolina o droga similar, y como en el obraje abundaba aquella, antes de una hora quedó libre de la corrección.

Vivir enmedio de los campos y entender lo que dicen los árboles cuando el viento agita sus copas y lo que murmuran las fuentes y lo que gorjean las aves y lo que silban los insectos.

Tal vez cambiarían por completo y se trocarían en insectos si no les fuese tan caro el mar, como patria de sus amores.

El rio, como para revelar mejor el carácter salvaje de la región que le rodea, se hace mas perezoso en su marcha, y léjos de profundizar su cauce, se bifurca en multitud de brazos, se ensancha á veces como un pequeño mar interior, escondiendo sus aguas entre el follaje de las selvas seculares; levanta en su camino un enjambre de islotes pintorescos; y haciéndose mas ingrato por la abundancia de sus insectos venenosos, la ferocidad de sus terribles caimanes, la ardentía de sus playas calcinadas por un sol devorador, y la absoluta soledad de sus vueltas y revueltas, sus ciénegas y barrancos de salvaje tristeza, revela que allí no ha fundado el hombre su poder, que la humanidad no ha tenido todavía valor para entrar en lucha con esa emperatriz de los desiertos que se llama Naturaleza!

Ojeda se imaginaba el pobre cementerio de aldea donde habría podido descansar eternamente el mísero Pachín, bajo lágrimas de escarcha en el invierno, entre flores y revoloteos de insectos al llegar el verano. Aquí no volvería a la tierra madre. La oceánica aventura había trastornado el final de esta existencia.

Las lagartijas, las cucarachas, los ratones y muchos insectos que le eran desconocidos, acabaron por trepar sobre su cuerpo, y él, en vez de espantarlos, mantenía completa inmovilidad, a fin de observar de cerca todos sus movimientos. Pasó semanas enteras sin rezar el rosario y sin bajar a la ciudad para oír la misa del domingo y pedir provisiones, como era su costumbre.

Palabra del Dia

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