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Actualizado: 5 de mayo de 2025


En regiones como Castilla, como la Mancha, sin agua, sin caminos, sin árboles, sin libros, sin periódicos, sin casas confortables, ¿cómo va a entrar el espíritu moderno? ¿Somos tan ingenuos que creamos que lo va a llevar un día u otro la Gaceta oficial?

Eran versos disparatados e ingenuos en honor del «Cicerón español», del «paladín de la fe y las tradiciones»; testimonios de entusiasmo de algunos curas de misa y olla, que, al venir a Madrid, no habían querido tornar a sus pueblos sin ver la tumba de su grande hombre. El hule caído parecía reírse con sus arrugas de tales elogios, que sonaban a falso en este abandono. Maltrana examinó las firmas.

Con frecuencia, cuando la naturaleza, en todo el esplendor de sus galas otoñales, y con todos sus bosques diademados de oro y de púrpura, sonríe al sol poniente, yo me siento en la pendiente de un ribazo, bajo alguna añosa encina, y releo los ingenuos bucólicos de los primeros tiempos, la candorosa historia de Ruth y los cantos de amor de Salomón.

¡«Jettatore»! ¡Yo, «jettatore»! ¡Pues no faltaba más! exclamé amoscado, agregando: Pero, ¿qué placer pueden encontrar esos... ingenuos, en pasarse la vida cavilando y cavilando sobre los naipes, ya que, según dicen, ese juego no da nunca gran provecho al bolsillo?

Descartado el desinterés por la seguridad o la esperanza de una recompensa a la virtud, la salvación del mal y de la muerte por medio de ceremonias, ritos y palabras mágicas, el mayor de los prodigios no era viable entonces, como no lo es hoy, en los espíritus instruidos o adiestrados al razonamiento, y era más viable entonces que hoy en los espíritus ingenuos, aclimatados a la causalidad misteriosa corriente.

El predilecto de Lucía era el de un vendedor de piadosas chucherías de Jerusalén y Tierra Santa. Calvarios de nácar con ingenuos relieves, cabos de pluma de raíz de olivo, rematados en figura de cruz, cabezas de la Virgen entalladas sobre una concha, broches y dijes de esmaltes con arabescos, tazas de negra piedra del Asfaltites, pastillas de olor; a esto se reducía la caja portátil.

Era que se iba á celebrar la fiesta de la literatura lemosina, en la que desempeñaba siempre un primer papel: vate premiado, discurseante, ó simple ídolo, al que tributaban sus elogios otros poetas, clérigos dados á la rima, encarnadores de imágenes religiosas, tejedores de seda que sentían perturbada la vulgaridad de su existencia por el cosquilleo de la inspiración; toda una cofradía de vates populares, ingenuos y de estro casero, que recordaban á los Maestros Cantores de las viejas ciudades alemanas.

En la República Argentina se ven a un tiempo dos civilizaciones distintas en un mismo suelo: una naciente, que, sin conocimiento de lo que tiene sobre su cabeza, está remedando los esfuerzos ingenuos y populares de la Edad Media; otra que, sin cuidarse de lo que tiene a sus pies, intenta realizar los últimos resultados de la civilización europea.

No fui demasiado ciego para lo que ella tiene de deslumbrante, no me perturbó lo que ofrece de contradictorio, no me sedujo por lo que ofrece a los apetitos de la juventud y a las ambiciones de los ingenuos.

Los ojos eran también juveniles, claros, tranquilos e ingenuos; pero examinándola de cerca se podían advertir en su rostro sombras ligeras de cansancio, indicios de alimentación insuficiente, de noches de insomnio, de largas veladas en cuartos pequeños y llenos de humo, donde se pasan las horas en discusiones interminables.

Palabra del Dia

ciencuenta

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