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De elevada estatura y bien desarrollada, hubiera representado más de diez y ocho años, si su boca, a pesar de un arco algo desdeñoso que amenazaba acentuarse con el correr del tiempo, no hubiese tenido movimientos infantiles. Su porte y su gesto eran acompasados y algo al descuido, aunque armoniosos sin rebuscamiento.

El hombre descontento si está sentado, meditando en su hogar, piensa con envidia en el padre cuya vuelta es acogida con voces infantiles, y si está sentado a su mesa, alrededor de la cual las pequeñas cabezas se elevan las unas por encima de las otras como plantas de almácigos, ve una negra preocupación cernerse tras de cada una de ellas y piensa que las impulsiones que impelen a los hombres a abandonar su libertad y a buscar cadenas, no son seguramente otra cosa más que un acceso de locura.

Fernando y Salvador se abrazaron cordialmente; contaban una misma edad y habían hecho juntos algunas memorables jornadas infantiles. Cuando entró Narcisa en la sala, Salvador no pudo remediar cierto azoramiento mortificante, que ella interpretó a su antojo. Llevaba el médico en la solapa una blanca margarita del jardín de Luzmela.

Véase, no obstante, lo que sucedió entonces a mi familia. Había por aquel tiempo en Mâcón una bellísima joven perteneciente a cierta familia muy distinguida; era elegante, hermosa y de espíritu recto y cultivado, quien inspiró a su hijo una de aquellas inclinaciones infantiles e inocentes y puras, que son siempre, mejor que las explosiones, el presentimiento del amor.

Aún veo vuestros ojos brillantes de dicha, aún veo vuestros labios de coral plegados por una sonrisa divina. Mis manos infantiles batieron las palmas y grité con toda la fuerza de mi pecho: «¡Vivan los novios! ¡Adiósme dijisteis enviándome un beso. Y partisteis. ¡Ay, pluguiera al cielo que no dierais un paso más!

Fernando prodigaba sus admiraciones a los encantos de aquel panorama delicioso, y saciando sus ojos de hermosura, rememoraba los años infantiles, pródigos en aventuras y promesas. Mientras tanto, doña Rebeca había dejado de reñir a voces; Julio apenas salía de sus escondites, y Andrés no había vuelto a aparecer por la casona.

Aquellas facciones infantiles bajo su corona blanca expresaron tal desolación y tal angustia, que Liette olvidó su propio sufrimiento, y cuando la moribunda, con las manos juntas como un niño que pide perdón, balbució tímidamente: ¡Oh! dime, ¿es el consentimiento de la condesa? Liette respondió: . Una hora después la de Raynel moría con la sonrisa en los labios, murmurando: ¡Condesa de Candore!

Pasó por su rostro una expresión tan maligna al hablar así, que su marido se levantó del sillón frunciendo las cejas. Piensa lo que dices... Necesito que me aclares esas palabras. Pero no pudo seguir hablando. Ella había transformado completamente la expresión de su rostro, y empezó á reir con carcajadas infantiles, al mismo tiempo que chocaba sus manos. Ya se ha enfadado mi cocó.

Después, el maestro volvió a su tarea, pero las líneas del cuaderno se desarrollaban en largas paralelas del interminable camino, sobre el cual parecían pasar, en la noche, figuras infantiles gimiendo y suspirando. Entonces, pareciéndole la pequeña sala de la escuela más lúgubre y comprimida que antes, cerró la puerta y regresó a su casa. Al día siguiente, fue Melisa a la escuela.

Verdugo diligente e implacable, dispuesto a vengar en las manos infantiles el menor desmán, cualquiera osadía contra los poetas del siglo de Augusto, don Román no se andaba con chicas, ni tenía piedad; quien la hacía la pagaba, así fuera el hijo del alcalde. Don Román se detuvo a dos pasos de . Me vió atentamente, y componiéndose los anteojos me preguntó en tono de notario aburrido.