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Actualizado: 9 de junio de 2025
En esta sana alegría encontraba el médico la gravedad del hombre del campo, su alma sobria á la que basta la más insignificante broma para alegrarse. Eran espíritus nuevos, eternamente infantiles que al ponerse en movimiento divertíanse con cualquier cosa. Sabían que los versolaris eran graciosos por tradición y esto bastaba para que todos rieran aun antes de comprender sus palabras.
Un sentimiento de dignidad, que muchas veces se aloja con fuerza en los corazones infantiles, le prestó fortaleza para resistir el llanto que brotaba a los ojos. Dirigió a su madrina una mirada de indefinible tristeza y salió corriendo de la estancia. Cuando llegó a la escalera se dejó caer sobre un peldaño y rompió a sollozar.
En materia de desnudeces infantiles, Julián no era voto, pues sólo conocía las de los angelotes de los retablos; pero cavilaba para sus adentros que, a pesar de haber el pecado original corrompido toda carne, aquélla que le estaban enseñando era la cosa más pura y santa del mundo: un lirio, una azucena de candor.
Recordé cosas y sucesos pasados; evoqué memorias dolorosas de la niñez, pesares y amarguras infantiles; los tristes días de colegio, las melancolías del primer amor. Uno a uno desfilaron delante de mí parientes cariñosos, fieles servidores, amigos nunca olvidados.
Los pasillos de su gran casa le parecían lúgubres, sólo porque no sonaba en ellos el estrépito de las pataditas infantiles. Las habitaciones inservibles destinadas a la chiquillería, cuando la hubiera, infundíanle tal tristeza, que los días en que se sentía muy tocada de la manía, no pasaba por ellas.
Copiaba la Titonius los gestos pueriles y el habla ceceante de su amiga; pero estas imitaciones infantiles resultaban en ella extremadamente grotescas. Ahora que estamos solos dijo , espero que hablará usted con más libertad, y vuelvo á hacerle la misma pregunta del otro día: ¿Qué opina usted del amor?
A medida que hablaba, contemplaba Simón con una mezcla de confusión y de extrañeza a ese desconocido que, lo mismo que las hadas de los cuentos infantiles, venía a ejercer una tan benéfica influencia en los destinos de su vida... Sentíase profundamente conmovido por la cordial simplicidad con que ese funcionario le daba tan sabios consejos y le ofrecía su valiosa ayuda.
Nuestras alabanzas a Cervantes son tibias en comparación de las que se han dado a Shakspeare en Inglaterra. Por lo demás, mucho parecido en todo: hasta en ciertos infantiles y candorosos regalos que lo mismo se han hecho por allá a Shakspeare, que a Cervantes por acá.
La charla de sus labios infantiles, suave como el gorjeo de un pájaro; el canto un poco ronco, pero aun más tierno, por eso mismo, de su padre, al dormirla entre los brazos; los sueños, las frescas carcajadas de la adolescencia, el hermoso sol de las mañanas de abril que la bañaba en su cuarto, las caricias incesantes de su madre, el calor del hogar en suma, ese calor que no se compra con los tesoros de la tierra, todo quedaba detrás de ella impreso en las paredes, empapado en los muebles. ¡Y ella lo dejaba sin lágrimas!
Después colocaron ante el Hombre-Montaña una mesita y un sillón, que sobre la mesa enorme parecían juguetes infantiles. También depositaron en la mesita muchos libros. Llegaba el profesor vestido de ceremonia, con su mejor toga y su birrete de gran borla, lo mismo que si fuese á leer una tesis ante la Universidad en pleno.
Palabra del Dia
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