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Actualizado: 9 de junio de 2025


En el momento en que la algazara y contento alcanzaban su grado máximo, llamó aparte a don Rosendo y con lágrimas en los ojos, le manifestó que la vida fuera de su patria adorada era para él un fardo insoportable. La muerte, antes que perder de vista la humilde casa que albergó su cuna, y las calles que tantas veces recorrieron sus pies infantiles.

¡Felices tiempos aquellos! ¡Cómo varían las cosas! ¿Dónde están las alegrías de aquella época? ¿Dónde los infantiles regocijos? ¿A dónde se fueron las ilusiones rosadas, las mariposillas de la infancia?

Veía Doña Francisca con gozo la irrupción del reino vegetal en su triste morada, y ante tanta belleza, sentía emociones propiamente infantiles, como si al cabo de la vejez volviera a jugar con los nacimientos. «¡Benditas sean las flores decía, paseándose por sus encantados jardines , que dan alegría a las casas, y bendito sea Dios, que si no nos permite disfrutar del campo, nos consiente, por poco dinero, que traigamos el campo a casa!».

Una sola frase de una colegiala, vino á verter la primera gota de hiel en el hermoso vaso que guardaba la existencia de la huérfana. Sucede no sabemos cómo, pero es un hecho que sucede, que tras las paredes de esas infantiles sociedades que se llaman colegios, trascienden hechos íntimos que se desarrollan en el hogar de los pequeños asociados.

Con ojos algo espantados y sin comprender nada, se alegró de hallarse repentinamente con un abuelito, y más aun cuando el Barón, que es bueno e ingenioso y muy a propósito para divertir a los niños, le contó tres o cuatro cuentos fantásticos e infantiles, y le hizo varios juegos de prestidigitación con no escasa maestría.

El entrecejo, la reprensión áspera y la aplicación de la correa ó de las varillas, no tenían por objeto castigar solamente faltas cometidas, sino que se empleaban como un medio saludable para el desenvolvimiento de todas las virtudes infantiles. Sin embargo, Ester, la madre solitaria de esta su única hija, corría poco riesgo de pecar por demasiado severa.

¡Qué alferecía, señor mío, ni qué calabazas! gritó el ilustre Pareja . Eso no es más que un efecto de la ley binomial, según la cual ningún fenómeno se produce aislado. Esas convulsiones infantiles eran la voz de la naturaleza que anunciaba ya la aparición de un genio.

Cuando al salir de la casa de un amigo en que ha oído voces infantiles y risas de juventud, vuelve a su triste cuarto de soltero, siéntese lleno de añoranza por lo pasado y de inquietud por lo porvenir, pensando en la rapidez con que pasan los años, en la época cada vez más cercana del retiro, en las prosaicas miserias y los asquerosos servilismos que turban el ocaso de la vida de un solterón.

Su vida se fundía en un chorreo de azúcar líquido... Y todavía adivinaba Ferragut las desobediencias de los dos viejos á las disciplinas del régimen, sus ocultamientos infantiles, sus astucias para gustar á solas las frutas y los jarabes, encanto de su existencia. Fué corta la entrevista. El capitán debía volver al Grao, donde le esperaba su trasatlántico, pronto á zarpar para la América del Sur.

Y ¡qué felicidad habría sido entonces para Ester poder oir la voz clara y sonora de Perla mezclada al tumulto de otras voces infantiles, y distinguir y reconocer los sonidos que emitiera su adorado tesoro entre la mezcla confusa de la gritería de un grupo de niños juguetones! Pero semejante dicha le estaba vedada. Perla, desde que nació, era una proscripta del mundo infantil.

Palabra del Dia

rigoleto

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