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Antes de responder Flora pasea una mirada de infantil curiosidad por la estancia, cosa que al capitán le hace poca gracia. En vez de ocupar una de las grandes habitaciones del piso principal el señor Ramírez del Valle dormía, se lavaba y leía y hacía sus cuentas en un pequeño cuarto de la planta baja que tenía su entrada por el portal y una ventana enrejada á la calle.

Es un fenómeno que observé en la tormenta pasada y que se repetirá, no lo duden ustedes, en las que han de venir; y así veremos siempre que toda trasformación política de carácter progresivo viene precedida de grandes eflorescencias de sabiduría infantil y discursos en las aulas.

Una arruga vertical en la frente y las comisuras contraídas de sus labios, revelaban insomnios y noches en vela. Contemplaba a Laura adormecida. Carmen, en medio de la habitación, preparaba un remedio mirando la copa al trasluz. También era otra, Carmen: parecía más crecida, más mujer; la aflicción persistente le había borrado del semblante la expresión infantil.

En aquellas hojas encontraba grabados de ilustraciones reproduciendo los retratos de la artista, biografías y artículos de crítica relatando los triunfos de la célebre diva Leonora Brunna que éste era el nombre de guerra de la hija del doctor Moreno, retazos y más retazos de papel impreso en castellano puro y americanizado; columnas de letra apretada y clara de los periódicos ingleses, párrafos sobre el papel basto y sutil de la prensa francesa e italiana; compactas masas de caracteres góticos que turbaban los ojos de Rafael, e ininteligibles garabatos rusos que parecían caprichos de una mano infantil.

Antes de que el capitán pudiese responder, ella continuó, con una voz infantil: ¡Mi tiburón! ¡Mi lobo marino, que me ha hecho esperar hasta estas horas!... ¡Júrame que no me has sido infiel!... Deja que te respire. Yo percibo en seguida la huella de otra mujer. Oliéndole las barbas y el rostro, su boca se aproximó á la del marino.

No nos cuidemos del Tirabeque. Don Pedrito espera a usted. ¿Quiere usted acudir? ¿Quiere usted salvarse? murmuré con impaciencia, a tiempo que encendía otra cerilla. ¡Qué cara la de Angustias: infantil, contraída, atormentada por un dolor oscuro, apenas consciente! ¡Quiero salvarme! ¡Quiero salvarme! dijo con voz sollozante, agarrándose desesperada a mi brazo, como a tabla de salvación.

Vale más que una herencia de muchas talegas de onzas de oro. Dímelo, hermano suplicaba Morales. Su amigo parecía sobresaltarse. No lo esperes. Únicamente se puede revelar el secreto el día de Viernes Santo. Si lo cuento otro día, perderé mi poder curativo hasta el Viernes Santo del año siguiente. Pero Morales empezó á importunar á su compañero con una tenacidad infantil durante semanas y semanas.

Se tuteaban como dos buenos camaradas; sonreían con la franqueza de la juventud, sin mirar en torno de ellos, pero alegrándose al pensar que muchos ojos estaban fijos en sus personas. Ella hablaba manoteando, amenazándolo con sus uñas sonrosadas cada vez que le decía algo fuerte; acompañando sus risas con un taconeo infantil cuando elogiaba su hermosura.

Se le ocurrió á Ester la idea de que tal vez la niña estaba tratando realmente de identificarse con ella con infantil confianza, haciendo lo que podía y del modo más inteligente que le era dable, para establecer entre las dos un lazo más estrecho de cariño. Perla se le mostraba bajo un aspecto que hasta entonces no había visto.

Alfonso V merecía, por su sentencia, ser destronado. Pues bien: ya por estar muy enamorado, ya por ser tonto o ignorante, la prerrogativa real cae, de hecho, en manos de la reina. Ella impone sus deseos al rey y, por consecuencia, al pueblo, este colosal organismo infantil a quien siglos de experiencia tornan cada día más niño. Inútil me parece señalar ejemplos.