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Actualizado: 28 de junio de 2025


Ella había soñado algo más brillante. Pero su indecisión fué corta. Aquella muchacha tímida era tal vez la mejor compañera para Ulises. Además, estaba preparada, por lo que había visto en su infancia, para ser la mujer de un marino... ¡Adiós al catedrático! Se casaron.

Usted me dirá... ¿qué susto es ése? ¡El que yo tengo! debió responder Mario, pero no lo dijo. Limitose a llevarse la mano a la boca para toser, sin gana por supuesto, y profirió con trabajo: Si a usted le parece, podemos sentarnos. Con mucho gusto. Nada nos darán por estar de pie. D.ª Carolina aparentaba indecisión y sorpresa que no sentía.

Oponiéndose a cuantas ofertas de ayudarlo se le hicieron, comenzó a llenar la tumba, dando la espalda al gentío, que, después de algunos momentos de indecisión, se retiró poco a poco.

El antiguo abogado apareció, con aire de inquietud, no sabiendo si manifestar cordialidad ó reserva. La actitud de Roussel aumentó su indecisión: el mortal enemigo de la señorita Guichard estaba allí como en su casa y Clementina no parecía dispuesta á hacerle arrojar á la calle. ¿Quieres tener la bondad, amigo mío, de enviarme á Herminia y al señor Aubry?...

Adiós, señor Osuna, que usted descanse dijo tendiendo la mano al jorobado. Luego tuvo un momento de indecisión: iba a tendérsela a Obdulia; pero turbado por la mirada intensa y extática que la joven le clavaba, la llevó al sombrero y se inclinó gravemente, diciendo: Buenas noches, señorita. Alzó de nuevo el paraguas y salvó de prisa la distancia que le separaba de la rectoral.

Sorprendí una ó dos veces sus miradas clavadas sobre con una especie de perplejidad extraordinaria. La señora de Laroque, por su parte, me miraba á menudo con aire de inquietud y de indecisión, como si hubiera deseado y temido al mismo tiempo, entablar conmigo alguna conversación penosa.

Desnoyers sentía cierta indecisión ante sus dos criados, personajes correctos, solemnes, siempre de frac, que no ocultaban su extrañeza al ver á un hombre con más de un millón de renta entregado á tales funciones. Al fin, eran las dos doncellas cobrizas las que ayudaban al patrón, uniéndose á él con una familiaridad de compañeras de destierro. Cuatro automóviles completaban el lujo de la familia.

Esta solución le parecía a ella la muerte de todos sus ensueños... Era preferible quedarse en aquella indecisión, ante aquella perspectiva muy vaga, muy brumosa, donde podría resplandecer de pronto la luz de su vida. El matrimonio con Muñoz la aterraba. Para evitarlo pediría ayuda a las Aliaga y a Julio...

Consoló a su mujer desesperada y casi loca, sonrió a su hija, que ocultaba silenciosamente las lágrimas y, murmurando una vez más, como cuando era pequeña, «¡Valor Liette!,» expiró. ¡Liette iba a tener necesidad de valor! Por fortuna, era valiente y, sin debilidad ni indecisión, hizo frente a la desgracia.

La vieja, después de un corto silencio, miró a Gabriel con indecisión. Qué, ¿nos lanzamos a la pelea? ¿Llamo a Esteban...? , llámelo. Estará en la catedral. Y usted, ¿se atreve a presenciar la entrevista? No, hijo; allá vosotros. Ya conoces a Esteban y me conoces a . O tendría que echarme a llorar, o acabaría arañándolo por su testarudez. solo te arreglarás mejor.

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