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Actualizado: 29 de junio de 2025


Apoderóse del infeliz un miedo indecible que se manifestó primero por ligero temblor, que se fué acentuando rápidamente hasta no dejarle hablar. Con los ojos abiertos, la frente sudorosa, se cogió del brazo del P. Irene, trató de incorporarse, pero no pudo y, lanzando dos ronquidos, cayó pesadamente sobre la almohada. Capitan Tiago tenía los ojos abiertos y babeaba: estaba muerto.

En un instante se formó ese vacío trágico que se extiende entre los que huyen y los que pegan, viéndose en el suelo gorras abandonadas y el negro bulto de un hombre caído intentando incorporarse sobre las manos, con la frente roja. Las mujeres eran las que menos corrían. Algunas deteníanse con los brazos en jarras, soltando por la boca todas las injurias de su exaltada imaginación.

La señora fue, en efecto, a decir a doña Gertrudis que su hija estaba libre y que no tardaría en llegar a Nieva. ¡Mi hija está ahí! gritó la enferma con maravilloso instinto de madre y de mujer histérica . ¡, está ahí!..., ¡la siento!..., ¡la estoy viendo!...; ¡ven, ven, hija mía!... Y al mismo tiempo hizo un esfuerzo supremo para incorporarse.

Primero quiso incorporarse, sin saber a qué; pero no pudiendo sus manos crispadas sostenerle en los brazos del sillón, cayó de golpe en el asiento; luego miró estúpidamente en torno, y por sus mejillas resbalaron dos lágrimas. A Pepe se le asomó el furor a los ojos; sintió impulsos de abalanzarse a Tirso y destrozarle la cabeza a puñadas.

Muchos de estos hombres eran jóvenes que habían envejecido en una hora y caminaban como valetudinarios. ¡Infelices! No irían muy lejos. Su voluntad era seguir, incorporarse á la columna; pero al entrar en el pueblo examinaban las casas con ojos suplicantes, deseando entrar en ellas, sintiendo un ansia de descanso inmediato que les hacía olvidar la proximidad del enemigo.

Quiso incorporarse, exhalando un gran suspiro, y lo hizo, ayudado por la persona que había entrado y no era otra sino Primitivo; pero apenas estuvo en pie, un atroz dolor en las articulaciones, una sensación de mazazo en el cráneo le echaron a tierra nuevamente. Desmayóse. Abajo, Máximo Juncal se lavaba las manos en la palangana de peltre sostenida por Sabel.

Magdalena abrió los ojos, quiso incorporarse exclamando: «¡Aire! ¡aire! ¡Me ahogo!» y se desplomó lanzando un suspiro. Era el último. Magdalena de Avrigny ya no existía. Levantose el doctor y con voz ahogada dijo: ¡Adiós, Magdalena! ¡Adiós, hija mía! Amaury lanzó un grito terrible. Antonia sollozaba como si su pecho fuera a desgarrarse.

El Rio Itonama recibe, bajo el nombre de rio de San-Miguel, gran parte de las aguas de Chiquitos; se une luego al Huacaré, cerca de Guarayos, y sigue en paralelo al rio Blanco hasta incorporarse al Guaporé juntamente con el rio Machupo, cerca del fuerte de Beira. Los buques de vapor pueden por todas partes navegar sobre sus aguas hasta Chiquitos.

Magdalena extendió hacia él sus brazos, tratando de incorporarse pero aquel esfuerzo superaba a su energía y volvió a caer sin fuerzas sobre la almohada. Cuando vio esto Amaury se desvaneció su aparente tranquilidad y aterrado por su palidez y enflaquecimiento lanzó un grito y se abalanzó a abrazarla.

El miedo á que él huyese la hizo incorporarse con dolorosos gemidos, y este movimiento aceleró la salida de su sangre... El almohadón continuó abrevándose como un prado que tiene sed. Una piedad irresistible, igual á la que podía sentir por una desconocida abandonada en mitad de la calle, hizo retroceder al marino.

Palabra del Dia

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