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Actualizado: 3 de octubre de 2025
El comienzo de la difícil empresa vino a recoger su desparramada energía. Hasta entonces, Ramiro divagaba por el mundo desmesurado y quimérico de las ambiciones nacientes. Pasábase las horas y las horas imaginando hazañas inauditas o exaltando ansias de imperio y de grandeza, que él miraba luego colmarse una a una, a lo largo del porvenir, como tinajas de subterráneo tesoro.
Sebastiana, que había acogido las primeras palabras como si las escuchase mal, por parecerle inauditas, al oir que le recomendaban ser discreta, olvidó su asombro para afirmar vehementemente que la patrona podía estar tranquila en cuanto á la prudencia con que ella acostumbraba á cumplir los encargos. Salió de la casa, marchando á toda prisa hacia el boliche.
Facundo decía también que un solo remordimiento la aquejaba: ¡la muerte de los 26 oficiales fusilados en Mendoza! ¿Quién es, mientras tanto, este Santos Pérez? Es el gaucho malo de la campaña de Córdoba, célebre en la sierra y en la ciudad por sus numerosas muertes, por su arrojo extraordinario, por sus aventuras inauditas.
Don Manuel, el hombre de las economías inauditas y las ruindades sin ejemplo, estremecíase de rabia al ver el uso que Rafael hacía de sus liberalidades. Regalábale una sotana nueva, y al punto la rasgaba en dos, quedándose con la parte del pecho y dando el espaldar a algún compañero pobre, con cuyo reparto iban ambos tan gallardos cubriendo con el manteo la desnuda trasera.
El pianista escuchaba con ojos de asombro y de codicia los relatos del «Decano». Castro se mostraba más escéptico. Había oído contar estas ganancias inauditas y otras muchas, pero sin presenciar una sola de ellas, y eso que llevaba también bastantes años viniendo á Monte-Carlo.
Después de ofrecerle su casa con no pocas zalamerías, rogó al caballero tuviese la bondad de decirle su nombre para conocer mejor a la persona a quien debía agradecer galanterías inauditas en una época ¡ay! en una época calamitosa y estéril en que no había caballeros. Dicho el nombre, la momia lo repitió con agrado y después dijo: ¿Militar? No, señora, paisano. ¿Andaluz? Alavés.
Pero al tomar todo esto como elementos de su arte, no conviene a mi ver, que se empeñe en ser didáctico, porque se expondrá a enseñar menos y peor que lo que enseña el más pobre de los manuales y a faltar a su vocación de artista, sin crear la belleza y sin producir el deleite estético por el vano empeño de patentizar y divulgar inauditas verdades.
Palabra del Dia
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