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Actualizado: 29 de junio de 2025
Cristina sólo torcía el gesto y parecía enfadarse con el doctor cuando á éste se le escapaba alguna afirmación impía, ó cuando, sin darse cuenta de ello, se burlaba de la devoción de las señoras y de los predicadores que el entusiasmo de todas ellas ponía en boga.
Lo que infundía pavor y asco era nuestra impía ferocidad, era nuestra desventurada época, era aquella escena repugnante, era aquel sacrílego recreo, era la risa imbécil ó el estúpido comentario de tal ó cual señorita ó mancebo, que escogía semejante ocasión para aventurar un conato de chiste..... De mi visita á las ruinas de los claustros de Yuste guardo recuerdos indelebles.
Déjame revivir una vez más todo lo que me diste de ternura y de bondad, y olvidar con este recuerdo el frío de la soledad que hiela mis miembros como un soplo exhalado de tu tumba. ¡Qué loca era y qué impía, en sentirme sola mientras tú viviste!
Todo el mundo sabe que era un ser divino, que tenia la cola de oro, y una cabeza humana muy hermosa, y salia del mar para predicar en la tierra tres horas al dia. Tuvo muchos hijos, que todos fuéron reyes, como es notorio. En mi casa tengo su imágen, y la adoro como es debido. Lícito es comer vaca hasta no querer mas, pero es accion impía sobre manera guisar pescado.
El día siguiente, el Apostólico Padre, aunque no se podía tener en pie, no sufriéndole el corazón ver entronizado al demonio en dos templos, hizo que le llevasen allá sus compañeros; echó por tierra aquellos infames Tabernáculos, hizo pedazos las estátuas y encendiendo en la plaza una grande hoguera, quemó en ella todos los arreos y ornamentos de la impía idolatría, no sin temor de sus neófitos, que recelaban no diesen sobre ellos los bárbaros, ofendidos de aquella afrenta de sus dioses, para vengar su agravio.
Don Pompeyo sentía escalofríos. ¡Qué degradación! Meditaba y veía dos Orgaz hijo sobre la mesa. Me han embriagado con sus herejías... quiero decir... con sus blasfemias... dijo al Marquesito, que callaba, pensando que todo aquello era muy soso sin mujeres. Joaquín gritó: Allá va una a la salud de don Pompeyo. Y comenzó una copla impía y brutal alusiva a una sagrada imagen.
Cuando se paraba Fray Miguel en esta impía imaginación, solía caer en el más hondo abatimiento, y tal vez exclamaba: Sin duda no me ha faltado ni la intención, ni el propósito, ni el valor de darme al diablo; pero el diablo no me quiere y me desdeña. Yo no consigo lo que consigue cualquiera vieja ignorante y estúpida.
Una mano impía y sacrílega había robado de la catedral una pequeña, artística y primorosa, custodia. ¡Cuán grande no sería el regocijo de Prisca cuando supo por el canónigo, su confesor, que un hombre piadoso y muy rico había enviado dinero suficiente para que otra custodia, semejante a la robada y no menos bella, se hiciese a costa suya y fuera el ornato y la gloria de aquella iglesia!
Y Trifón corría, se encerraba con su elegía y continuaba escribiendo: ¡Duda fatal, incertidumbre impía!... Parada en el umbral, la Parca fiera ni ceja ni adelanta en su porfía; como sombra de horror, calla y espera... Pasaban algunas horas, volvía a presentarse Trifón en casa del moribundo; con voz meliflua y tenue decía: ¿Cómo sigue don Pompeyo? Algo recargado le contestaban.
Ella, con la rápida percepción de su claro entendimiento, comprendió al punto todo lo grave del compromiso, y una idea horrible, la del sacrilegio, cruzó por su mente cual un pájaro siniestro... Mas se detuvo asustada ante ella, porque aun la mala mujer española es rara vez impía; allá, en el fondo de su corazón, cree siempre y teme, y menos aterra el sacrilegio a la falsa devota que a la francamente escandalosa.
Palabra del Dia
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