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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Al separarse se vieron los dientes bien señalados en sus mejillas. Concha agarró una caña y la tiró a la cabeza del bárbaro, sin lograr acertarle. Pero su tío, indignado, comenzó a echar bravatas y sacó una navaja. Afortunadamente, se detuvo lo bastante para que pudiéramos intervenir y sujetarle. Imaginé que no tenía voluntad muy decidida de sacarle las tripas al inglés, aunque bien lo repetía.
Pues como yo imaginé que el navío que salía de la isla era el de los salteadores de la presa, hice poner en una lanza una bandera blanca de seguro; vine arrimando al costado del navío, para tratar del rescate, llevando cuidado de que no me prendiese.
Y después, por una de esas volubilidades de la fantasía, me imaginé que era el amanecer; que el altar estaba adornado con rosas blancas; que resplandecía iluminado con centenares de luces; y que una joven, en traje de boda, oraba en un reclinatorio; una joven elegantísima, no sé si Angelina o Gabriela, cubierta graciosamente con el velo nupcial.
Imagine usted, pues, si me canso de ser mero espectador, y mero espectador poco atento y distraído, cuánto me cansaría si reclamase también un papel y tratase de representarle.
Cuando el cochero te trajo a casa y Glave corrió a buscar a Walker, yo me imaginé que morirías antes de que llegase. No sentía palpitar tu corazón, y estabas completamente helado. ¡No adivino quién puede ser el infame que me ha herido! grité. ¡Por Jacob! que si lo pillo, me parece que allí mismo le retuerzo su precioso cuello.
Precisamente una de las primeras víctimas de su intemperancia fué el mismísimo P. Procopio, que á las pocas semanas del famoso capítulo mencionado reventó como una bomba..... Quien no conozca á los frailes, quizá imagine que este trágico ejemplo pudo introducir en ellos alguna enmienda; sin embargo, en honor de la verdad debo decir que no la hubo.
En efecto, no bien embarqué en Río, levó anclas el barco de vapor y empezó a andar, dejando un surco de espuma, si por una parte la vista de la ciudad y de la fértil y risueña costa que iba desvaneciéndose, y el recuerdo de las personas queridas, hicieron brotar de mis ojos algunas lágrimas, por otra parte sentí que se me ensanchaba el pecho, que surgía para mí como una nueva juventud, y hasta imaginé que el fresco vientecillo que corría, húmedo y salado, agitaba mis recuerdos tristes, como si fuesen las hojas secas de un árbol, y los arrojaba en el surco que la nave iba formando, a fin de que en el árbol, libre de aquel peso enojoso, brotasen con premura nuevas hojas y nuevas flores.
Algunas carreras de perlas tejidas entre los cabellos componían todo el adorno de su cabeza. Amalia fue la primera que la vio, y su sangre fluyó de repente al corazón. Repuesta inmediatamente, corrió a saludarla. ¡Oh! Ya sabía que usted había llegado; pero no imaginé que fuese tan amable...
Calló Millán, esperanzado con que el cura, viéndose en la obligación de amparar a las dos mujeres, se brindase a darlas consejos de prudencia; pero lejos de esto, sonrió, fingiendo calma, para exasperar a su interlocutor, y dijo: De modo que Vd. ha venido a notificarme la expulsión de mi madre y de Leocadia. ¡Cómo ha de ser! ¡No imaginé que ese infeliz se atreviese a tanto! ¡Dios le perdone!
Pues le decía que si la Junta de Sevilla me comisionara para entrar en negociaciones con los franceses, tal vez lograría poner fin a esta desastrosa guerra. ¿Qué negociaciones ni qué ocho cuartos? dijo con desprecio Malespina . ¡Oh! ¡Si la Junta de Sevilla siguiera el plan que imaginé estos días. Mientras no demos a la artillería el lugar que le corresponde no es posible alcanzar ventaja alguna.
Palabra del Dia
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